Amarga y casi tediosa reflexión vacía.
Las comparaciones son odiosas pero, muchas veces, inevitables. La directora danesa Lone Scherfig, ex-Dogma y brillante directora de situaciones y personajes, había conseguido prestigio europeo con su Italiano para principiantes, mientras que la excelente An education la confirmó como una realizadora madura y reflexiva. Para esta última, se sirvió de una adaptación del propio autor de la novela original; nada menos que Nick Hornby, quien había firmado un asombroso libro para convertirlo en asombroso guión.
Tal fue el resultado que Scherfig decidió, o eso debemos suponer, repetir su propia estrategia para su nuevo trabajo. El plan era sencillo: coger un best-seller de suficiente solvencia y pedirle a su autor que adaptara su texto para tornarlo material de celuloide. El elegido fue David Nicholls y su obraOne day (Siempre el mismo día), bella recreación del devenir del paso del tiempo y las decepciones que conlleva la propia existencia. Pero algo ha fallado en la perfecta estratagema puesto que la obra final supone una amarga y casi tediosa reflexión vacía que no logra erigirse como fiel reflejo de su fuente.
Como si se tratara de una de esas cintas de anecdotario romántico al uso, como podría ser un Historias de San Valentín o un Paris, je t’aime, la adaptación empieza pareciendo una sucesión de cortos capítulos que logran fluir con cierta elegancia en sus tránsitos, lo cual no tiene por qué significar que los episodios sean satisfactorios. Dentro de su propia cadencia, pasa de una comedia romántica sin grandes ínfulas a un drama farragoso que nunca llega a encontrar suelo firme. Parece que a Scherfig le cueste encontrar un tono adecuado, fallando estrepitosamente en lograr buen balance de géneros.
One day bien podría definirse como un quiero y no puedo de antecedentes como Dos en la carretera aunque adaptada a nuestros tiempos. Lo más decepcionante del conjunto, además de esa falta de ritmo que no logra empatía alguna, es que todos los nombres hacían presagiar que estaríamos ante una pequeña nueva joya. Teniendo en cuenta el material de base y la buena labor de Scherfig, este día se vuelve reiterativo y plúmbeo, y lo que es peor, verdaderamente poco interesante.
A pesar de los esfuerzos logrados en cuanto a sus giros narrativos, una partitura excelente (cortesía de Rachel Portman) y el encanto de una pareja protagonista tocada por el halo de la gracia (Anne Hathaway, aunque haya sido vapuleada por su esforzadísimo acento británico), el resultado se queda en algo pequeño, vastamente previsible y rizada con clichés cinematográficos de todos los tiempos. Aunque, eso sí, logra emocionar inesperadamente pero, lástima, estamos ya en el tramo final, a pocos minutos de los títulos de cierre. La jugada romántica se ha perdido en todo su metraje.