Cuenta el director de "La Cosa 2011", Matthijs van Heijningen Jr., que no hubo ni un solo momento de su rodaje en el que no tuviese presente "La Cosa" de John Carpenter. Lo dice con la mejor de las intenciones, pero da tanto miedo como esa criatura del espacio exterior que no puede expresarse sino a través de la mímesis.
La primera versión cinematográfica de ¿Quién hay ahí? (1938), sugestivo relato de John W. Campbell Jr. en torno al enfrentamiento en tierras antárticas entre una expedición científica humana y un alienígena que para sobrevivir adaptaba la forma exacta de cuanto ser animado salía a su encuentro, data de 1951.
Se trata de El enigma de otro mundo, una efectiva cinta de ciencia ficción dirigida a cuatro manos por Christian Nyby y, sin acreditar, Howard Hawks. Producida en los albores de la Guerra Fría, es imposible soslayar en El enigma de otro mundo sus connotaciones paranoicas, el miedo que delataban sus imágenes a la colonización del espíritu capitalista por el comunismo soviético.
En 1982, John Carpenter dirigía un remake de la película de Nyby y Hawks: La magistral La Cosa. Una propuesta que no solo indagaba en la problemática de la identidad estadounidense tras la derrota en Vietnam y en puertas de la cultura virtual y especulativa que hoy parece hacer aguas; la rigurosa puesta en escena de Carpenter, la música de Ennio Morricone, los surreales efectos especiales de Rob Bottin, hicieron de La cosa una reflexión privilegiada sobre la insignificancia de la razón humana ante la expresión ciega y voraz de la vida.
La película que ahora se estrena funciona como precuela de la realizada por Carpenter. Nos cuenta lo sucedido a la expedición noruega que los protagonistas de aquel film descubrían había sido diezmada (prolegómeno de los horribles hechos que ellos mismos habrían de sufrir). Sintomáticamente, uno de los productores de esta precuela, Eric Newman, ha explicado que "no queríamos hacer una nueva versión de La Cosa porque la consideramos un clásico a respetar al máximo; pero nos pareció una idea irresistible narrar la historia de esos noruegos que en la película de Carpenter eran fantasmas, que ya estaban muertos".
Las palabras de Newman delatan el ánimo de La Cosa 2011 y, por extensión, de tantos remakes, secuelas y precuelas como se producen hoy por hoy en Hollywood —uno de los guionistas de la película es Eric Heisserer, responsable previo de ejercicios de reciclaje tan flácidos como Pesadilla en Elm Street: El Origen y Destino Final 5—.
En primer lugar, que nada quede en lo sugerido, en el misterio; que todo salga a la luz y se subraye y se haga obvio. En parte, como resultado de exprimir económicamente cualquier argumento hasta la náusea y, en no menor medida, porque las audiencias de hoy detestan que un creador trate de dárselas de interesante con ellos, que les haga pensar. Y, en segundo lugar, que prime en la operación el recato y la sumisión a los precedentes; la simple aplicación propia del admirador infantil, en desdoro de un mínimo atrevimiento que de paso pudiese socavar el renombre de la franquicia.
Ambas características confluyen en La Cosa 2011, haciendo de ella un producto tan pulcro y ameno como, a la postre, del todo prescindible. La acción repite casi punto por punto lo acontecido en La Cosa, es pura mecánica. Mary Elizabeth Winstead suplanta a Kurt Russell con lo que esto implica en términos de corrección política y normalidad, pero su papel ejerce el mismo cometido en el relato. Los efectos visuales son más, pero su calidad es relativa y su expresividad escasa...
Podría concluirse que el argumento de La Cosa 2011 es la carencia de identidad, su reflejo de una época sin más rasgos que los heredados, sin más luces y sombras que las proyectadas por otros tiempos. Puede bastarle a quien esté interesado en descifrar las características del cine comercial de nuestros tiempos. Los demás espectadores, o son fan irredentos y acríticos del cine fantástico, o saldrán de la sala con el regusto de la decepción en los ojos.
Cuenta el director de la película, Matthijs van Heijningen Jr., que no hubo ni un solo día de rodaje de La Cosa 2011 en el que no tuviese presente su predecesora a la hora de decidir el tono, las interpretaciones, las posiciones de cámara; que consultaba compulsivamente a cada instante los "millones de capturas" que había hecho del film de Carpenter en su portátil. Lo dice con la mejor de las intenciones, pero da tanto miedo como esa criatura del espacio exterior que no puede expresarse sino a través de la mímesis.