Los espectadores que cayeron rendidos con anterioridad volverán a verse atrapados.
Por tercer año consecutivo, y coincidiendo otra vez con fechas cercanas a la celebración de Halloween, llega a nuestras pantallas un nuevo eslabón de una de las franquicias más inesperadas de los últimos tiempos. Si nuestro compañero Diego Salgado ya dio buena cuenta en su día de la cinta original y de su secuela, es el momento de retomar el testigo para hablar de esta precuela de ambas historias.
Paranormal Activity 3 nos sitúa en 1988, para mostrarnos un período de la niñez de las dos hermanas que ya conocíamos de los títulos previos. En un intento por explicar los sucesos narrados en las películas anteriores –y por seguir exprimiendo la gallina de los huevos de oro, qué duda cabe–, seremos testigos del primer encuentro con lo sobrenatural de ambas niñas.
Como Diego Salgado ya diseccionó con acierto los fundamentos de esta saga en sus mencionadas reseñas, intentaremos ser concisos para no repetirnos ni dar más espacio del necesario a un producto que obviamente no lo merece.
Así pues, en la parte menos negativa digamos que estamos ante un estreno que posee una factura técnica más cuidada que los anteriores, desplegando una mayor imaginación en lo tocante a soluciones visuales –resulta curioso, como mínimo, el ventilador panorámico– y utilizando más cámaras, consecuencia lógica de poder contar con un presupuesto más holgado que en el casi amateur debut de esta franquicia. Tampoco cabe desdeñar que los espectadores que cayeron rendidos con anterioridad volverán a verse atrapados por las redes de este terror de andar por casa, y a las cifras hay que remitirse: la película ha barrido literalmente en la taquilla americana, y se ha situado también en el primer lugar de la recaudación española.
Por lo demás, estamos otra vez ante un engañabobos de estructura narrativa mínima –los primeros veinte minutos son exasperantes, pero no son los únicos pasajes soporíferos–, repleto de los tópicos más manidos del género, y que juega con la baza exclusiva de su capacidad para tener al espectador pendiente de la pantalla, a la espera del siguiente sobresalto. Los poco sutiles golpes de efecto, la previsible progresión dramática y la alocada conclusión sólo sirven para enfatizar que los responsables de esta saga han encontrado un verdadero filón donde tienen cabida tanto la fenomenología del más allá como la fantasía más grotesca, y que tenemos entregas de Paranormal Activity para rato. Y nosotros que las suframos.