No es la primera vez que en la recreación del mundo mafioso se toma como eje central la figura de un niño. La ruptura de inocencia brusca y la facilidad para caer en un sórdido mundo carnicero, han sido varias veces retratadas fundamentalmente para explicar en la infancia las razones de los posteriormente cruentos comportamientos adultos.
En esta ocasión, el retrato mafioso corresponde a quien se doctorara en retratos con American Beauty, por más que pocos sean los rasgos comunes entre ambas, más allá de una gran habilidad y buen hacer, de un esmero que se plasma tanto en imagen como en banda sonora, tan exquisita esta última, como bien íntegrada.
Pero por lo demás, el tono caústico y transgresor de la sociedad americana, deja aquí paso a una clásica recreación del cine negro de los años 30 dedicado al género "Al Capone". Un padre forzado a convivir con su hijo mayor al que pretende alejar de su vida criminal, mientras paradógicamente de forma estentórea le va mostrando poco a poco todo su cruel rictus en el curso de una obligada misión de venganza.
Este papel de progenitor desalmado y protector, corre a manos de Tom Hanks, más malvado de lo habitual, pero más por las circunstancias que por su naturaleza. Algo similar ocurre con el capo mayor, un Paul Newman cuya capacidad le sigue acompañando y parece que lo hará hasta el final de sus días. Ambos pues, contribuyen a reforzar esa contradicción existente entre quienes conservan algún principio dentro de la delincuencia, y que conviven a una frágil distancia del bárbaro en estado puro natural en su profesión.
En conjunto, la recreación detallada y la épica conseguida son las principales virtudes, por lo demás la historia huye de sobresaltos y de giro alguno, la previsibilidad encuentra su único obstáculo en tanta sencillez, por cuanto todo pronóstico espera algún apoyo rítmico cuando por contra sólo se vende lo ya dicho: recreación, salpicada de sensaciones encontradas. Es simplemente un largometraje bien hecho y que no pretende emociones fáciles.
Aunque no aclara en ningún punto, por qué la voz en off es la de un niño forzando un gutural tono de viejo.