Producto que no aburre ni produce vergüenza ajena, pero fácilmente olvidable.
La peliaguda situación económica mundial ha pasado en los últimos tiempos a un primer plano tan descarado que ya incluso las películas de puro entretenimiento la toman como base para elaborar su propuesta. Así, en Un golpe de altura nos encontramos a un grupo de trabajadores que se han quedado sin el dinero para sus jubilaciones por culpa de un multimillonario sin escrúpulos, y que deciden pasar a la acción para recuperar el capital que les pertenece por derecho. La clase obrera se lanza al contraataque.
Valiéndose de los consejos de un ratero de poca monta, los miembros del personal del lujoso edificio donde se halla bajo arresto domiciliario el multimillonario iniciarán un plan para robar al ladrón que les ha dejado sin parte de su futuro. Pese a ser aficionados en la materia, llevan años moviéndose por el edificio y se lo conocen al dedillo, algo que jugará a su favor.
Nos encontramos ante una comedia de acción dirigida al gran público, y cuya mayor baza es la buena cantidad de rostros conocidos que van desfilando por la pantalla, y que en general cumplen de manera satisfactoria con su cometido. Destaca un comedido Ben Stiller, pero también logran momentos divertidos Casey Affleck, Téa Leoni, Matthew Broderick, Gabourey Sidibe y especialmente el pérfido millonario a quien da vida un recuperado Alan Alda. Pero si hay que hablar de resurrecciones no podemos evitar mencionar a un Eddie Murphy que se hallaba en horas muy bajas y que aquí aparece bastante entonado, aunque no llegue al nivel de coprotagonismo que se nos había vendido previamente.
La película va de menos a más, creando cierto tedio durante la presentación de los personajes pero enganchando en la recta final, cuando la acción toma el protagonismo. El guión resulta predecible con los elementos que se ponen en juego –un grupo de ladrones inepto, un plan descabellado–, y sus irregularidades no se ven subsanadas por Brett Ratner, realizador habituado a estas lides (véase la saga de Hora punta) que, sin embargo, hace gala de su mediocridad y acaba originando un producto que no aburre ni produce vergüenza ajena, pero fácilmente olvidable en cuestión de horas.
Podemos alabar, eso sí, que se homenajee todo un subgénero de culto como las películas de atracos de los años 70 –imaginamos que de nuestro clásico patrio Atraco a las 3 no habrán oído hablar, aunque compartan varios aspectos–, revitalizadas en años más recientes principalmente por Steven Soderbergh en la saga protagonizada por el carismático Danny Ocean.