Lo que fácilmente podría haber escorado hacia la parodia mas maniquea, resulta memorable gracias a la labor interpretativa de Diehl, sólido actor de carácter visto en films como “El fin de la Violencia” o “Stargate” y al que los mas nostálgicos sin duda recordarán por su papel del detective Larry Zito en la emblemática teleserie “Corrupción en Miami”.
En sus manos el personaje de Paul pasa del humor mas autoparódico al dramatismo mas crudo sin que ello afecte a la credibilidad del mismo, dando así forma propia a lo que a priori no parece mas que un conjunto de tópicos ya conocidos.
Mención aparte merece el personaje de Lana, a través del cual Wenders introduce su mirada extrajera en una tema tan americano mostrando que la violencia y los atentados terroristas no son ni una novedad ni patrimonio de Norteamérica tras el 11-S así como esa capacidad (no solo estadounidense) de ver la paja en el ojo ajeno ignorando la viga en el propio. Patente a través del retrato de la miseria de los sin techo, un problema interno que es convenientemente ignorado ya que, como dice uno de los personajes, “no es noticia”.
La labor de Wenders tras las cámaras es ajustada aunque se permite ciertas licencias visuales como esas escenas de tráfico aceleradas para mostrar el paso del tiempo o ciertos momentos en los que la banda sonora parece apropiarse de la narración en lugar de acompañarla, logrando que el interés del espectador se mantenga intacto aunque, en la parte fina, uno tenga la sensación de que la historia se torna repetitiva. Al querer apuntillar esa evolución en el punto de vista del protagonista, reitera en algo que ya ha quedado claramente definido desde antes.
Una pequeña tara que por suerte no resta mayores méritos a un film sincero que invita a reflexionar y contrastar opiniones acerca de ciertas temáticas de rabiosa actualidad, un sano ejercicio siempre recomendable.