Las concesiones que el realizador Andrew Niccol habrá tenido que hacer a los productores de la cinta con vistas a su comercialidad se perciben en cada plano, y dicen mucho de la evolución creativa de la industria norteamericana en las últimas dos décadas.
Resulta algo injusto que el irascible escritor de ciencia-ficción Harlan Ellison haya acusado al firmante de In Time, Andrew Niccol, de plagiar el argumento de su relato ¡Arrepiéntete, Arlequín!, dijo el señor Tic-tac (1965).
Es cierto que el universo futuro planteado por In Time, en el que los poderosos sojuzgan a los débiles con el tiempo como moneda de cambio, ostenta similitudes con el imaginado por Ellison. Pero no sería la primera vez que Niccol aprovecha premisas ajenas, a veces ya del todo asimiladas por la cultura popular —In Time debe también lo suyo a La fuga de Logan (1976)—, para articular unas ficciones propias a las que no cabe negar un idiosincrásico discurso autoral en tanto guionista y/o director de las mismas.
Gattaca (1997), El show de Truman (1998) y S1m0ne (2002) así como, en menor medida, La Terminal (2004) y El Señor de la Guerra (2005), enfrentaban al determinismo impuesto por cualquier orden social el libre albedrío y la voluntad individuales. In Time reitera el tema con tanta familiaridad que, como ha señalado Tonio Alarcón, la película bien podría considerarse una revisión de Gattaca.
Ahora bien, lo que en el film con Ethan Hawke y Uma Thurman fue emoción y rigor conceptual y escenográfico, en el interpretado por Justin Timberlake y Amanda Seyfried es inexpresividad y desidia. Las concesiones que Niccol habrá tenido que hacer a los productores de la cinta con vistas a su comercialidad se perciben en cada plano, y dicen mucho de la evolución creativa de la industria norteamericana en las últimas dos décadas.
No quiere esto decir que In Time carezca de detalles ornamentales, críticos y descriptivos atractivos. En su conjunto, sin embargo, la revuelta del paria que encarna Timberlake contra un sistema tiránico que solo da a elegir a sus ciudadanos entre la eterna juventud o la muerte adolece de una superficialidad, una pobretería, y una sumisión al presunto carisma de sus protagonistas y la acción por la acción que terminará por irritar a cualquier espectador con más de quince años.
In Time acaba por no ser equiparable ni a ¡Arrepiéntete, Arlequín!, dijo el señor Tic-tac ni a Gattaca. Sus referentes más adecuados son esos muchos productos que en algún momento de su realización pasaron de apostar por la ciencia-ficción con un envoltorio asequible para el gran público, a ser anodinas películas de evasión con la ciencia-ficción como excusa.
¿Alguien se acuerda a estas alturas de mediocridades como Perseguido (1987), Freejack: Sin identidad (1992), El sexto día (2000) o Los sustitutos (2009)? Sumad a esa lista de artículos con fecha de caducidad In Time. Y la inminente Acero Puro, ya que estamos.