Tae-suk es un joven que da vueltas por la ciudad buscando casas donde establecerse temporalmente en ausencia de los propietarios. Un día, mientras está buscando una, encuentra a Sun-hwa, una joven recluida y maltratada por su rico y celoso marido. Ella, intrigada, decide seguir a Tae-suk en su vida errante de casa en casa, hasta que un día son descubiertos: el joven es encarcelado y Sun-hwa se ve obligada a volver con su marido.
Onceavo largometraje de este controvertido director coreano, que siempre transmite mensajes poco comunes y muestra personajes de los estratos más bajos de la sociedad, con vidas extraordinarias.
En esta ocasión, nos enseña la extraña vida de Tae- suc (Jae Hee), un joven que viaja en moto y sobrevive a costa de alojarse en casas temporalmente deshabitadas, alimentándose de lo que encuentra en ellas. Por si esto fuera poco, en una de esas casas conoce a Sun-hwa (Lee Seung), una joven esposa maltrada, que vive recluida en su propia casa a la espera del regreso de su marido, un hombre de negocios que viaja a menudo. Se enamoran y deciden escaparse para vivir juntos. El joven allanador seguirá llevando la misma vida que hasta ese momento, sólo que en compañía de la chica. La comunicación de esta extraña pareja, será acorde con la situación: no hablarán una sola palabra en toda la película.
Curioso cuento el planteado por Kim–Ki-duk. La pareja protagonista se mueve en un entorno realista, pero llevando una vida a ratos surrealista, a ratos absurda. Rara mezcla de estilos narrativos, que dan como resultado una bella historia, con más intención que fondo. El mensaje de la película, según palabras del director, es el rescate de una persona que sufre, y la lucha conjunta a través de la esperanza para conseguir una vida plena e idílica.
El problema es que el guión está algo desordenado, y los personajes van creciendo de forma extraña y misteriosa, sin que se pueda llegar a comprender muy bien el por qué de sus actos. No obstante, partiendo de la base de que la historia es una ficción, con fuertes implicaciones oníricas, (como el propio Kim –Ki-duc sentencia al final: “Es difícil saber si el mundo en que vivimos es sueño o realidad”) estas observaciones pueden ser pasadas por alto por el espectador, que deberá recrearse en la estupenda fotografía y el las nada convencionales situaciones recreadas en Hierro 3.
Al fin y al cabo el cine también es bello sin una estricta coherencia. Esta película está falta de coherencia tanto argumental, como visual, como de montaje. Quizás ahí resida su principal virtud. En cualquier caso, merece la pena verla. Es cine en estado puro. De ninguna otra manera podría contarse mejor esta historia.