Presentar la trayectoria de Don Airey nos ocuparía demasiado espacio y seguro que nos dejaríamos nombres por mencionar, porque se trata de uno de los teclistas más prolíficos de la historia del rock. Bastará recordar su participación en álbumes históricos como Blizzard Of Ozz y Diary Of A Madman (Ozzy Osbourne), Down To Earth (Rainbow) y 1987 (Whitesnake), su colaboración con grupos como Black Sabbath, Jethro Tull, UFO, Gary Moore y Colosseum II, entre otros y, por último, su vinculación a Deep Purple en 2003 para reemplazar al legendario y retirado Jon Lord.
Con tanto trabajo, obviamente, no ha tenido demasiado tiempo para dedicarse a una carrera propia, de hecho, A Light In The Sky solamente es su segundo trabajo en solitario. No obstante, es una grabación que acoge, de una forma tremendamente efectiva, sus cualidades y su capacidad para metamorfosear estructuras de la más diversa procedencia.
Este es un álbum que recurre a todas las variantes con las que el afamado teclista ha construido su carrera. Es un ejercicio de memoria impresionante donde nos regala una diversidad de estilos propios de un maestro que ha interpretado todos los palos del rock.
Tras una pequeña intro, Ripples In The Fabric Of Time, nos sumerge en su particular universo a través de elucubraciones cósmicas que, de repente, mutan en jazz-fussion con un órgano Hammond de protagonista, para seguir con Shooting Star, de texturas más clásicas en plan Rainbow o Deep Purple, algo que aporta también el corte Endless Night.
Además, se incluyen demostraciones orgánicas orgásmicas (Space Troll Patrol), dramatismo sentimental futurista (Andrómeda M31), revisión de un clásico rocanrolero (Rocket To The Moon), injertos de cariz comercial (Love You Too Much), efluvios españoles, palmas incluidas (Sombrero M104), minimalismos en clave de violín (Into Orbit), divagaciones estratosféricas (Lift Off y Cartwheel ES0 350-40), reminiscencias oníricas de corte oriental (Pale Blue Dot), surrealismo setentero (Big Crunch) y un opus desequilibrante y absorbente como el que da título al álbum, muy representativo en cuanto a la habilidad que muestra Don a lo largo del disco.
Los colaboradores con los que ha contado demuestran unas condiciones de alto nivel, Rob Harris (guitarra), Danny Bowes, Carl Sentance y Harry James (vocales), Laurence Cottle y Chris Childs (bajo), Darrin Mooney y Harry James (batería) y Lidia Baich (violin),.
En definitiva, un completo tratado de cómo manejar los teclados con diversidad, virtuosismo y buen gusto.