Pocos músicos pueden aportar un historial profesional tan dilatado como el que posee Glenn Hugues. Fue fundador del grupo de culto Trapeze y estuvo vinculado a una de las formaciones más carismáticas de Deep Purple, participando en la grabación de álbumes tan importantes como Burn, Stormbringer y Come Taste The Band.

El fin de una época para Deep Purple, fue el principio de la carrera en solitario de Hugues, quien ha estado vinculado en innumerables proyectos, entre los que destaca su colaboración junto a Tony Iommi en el álbum de Black Sabath, Seventh Star y con los guitarristas Pat Travers y Pat Thrall.

Después de una época difícil por su vinculación con las drogas, Glenn volvió a resurgir como reputado compositor para reactivar su carrera. Desde 2005, con la edición de Soul Mover, y su asociación con el batería de Red Hot Chilly Peppers, Chad Smith, su estrella no ha hecho más que crecer.

Resulta casi increíble que, después de una trayectoria tan completa y diversa, aún pueda sorprendernos con tanta exquisitez. Si en su anterior trabajo mostraba, una vez más, sus ilimitadas facultades vocales y su vinculación con el rock de los 70´s, en esta oportunidad, aún manteniendo los perfiles mencionados, el disco se centra con mayor énfasis en texturas alejadas del rock. El propio título del álbum First Underground Nuclear Kitchen (acrónimo de Funk), nos indica el camino por donde circula el contenido del disco.

De esta forma, nos sumergimos en un universo muy particular donde se mezclan las canciones más o menos intimistas con la voz como principal hilo conductor, con pequeñas joyas sometidas a la dinámica propias del soul y el funky, con una efectiva compenetración entre bajo, voz y batería, además de aditamentos varios, como las excelentes guitarras de JJ Marsh, Luis Maldonado y George Nastos, y los teclados de Anders Olinder y Ed Roth.

Entre las primeras están, Satellite, Imperfection y Where There’s A Will. Pero donde verdaderamente surge la genial creatividad de Glenn y Chad, es en cortes completamente desequilibrantes como el que da nombre al disco, junto a Never Say Never, We Go To War o We Shall Be Free, esta última con un ritmo marcado al estilo de Sly And The Family Stone, que nos deja totalmente anonadados. Todos, con una pegada de batería limpia y muy compacta y unos grooves que despiertan las fibras más sensibles.

Una lección de calidad suprema en la que rejuvenecen elementos propios de otra época pero que reciclados a través de un criterio renovador resurgen en todo su esplendor.