Coldplay vuelven con un nuevo disco dispuestos a demostrar porque están en lo más alto. 'Viva la Vida or Death and All His Friends' es un trabajo inspirado por América Latina y España. 10 nuevas canciones que fueron grabadas a medio camino entre Nueva York, Londres y Barcelona y que han contado con el productor Brian Eno y el ingeniero de sonido Markus Dravs (habitual de los 'Arcade Fire').
No debe ser fácil ser Chris Martin y plantearse cada nuevo proyecto como un desafío para contentar a sus fans. Más si éstos se cuentan por millones y se distribuyen a lo largo y ancho del planeta, desde Tokio a Buenos Aires, pasando por Oslo o Austin.
Por eso se agradece que en su último trabajo hayan optado por el plus de riesgo que Eno impregna en todo el LP. 'Viva la vida...' es un álbum distinto a los anteriores, en dónde las melodías se rodean de sonidos más experimentales. La producción de Eno es más rica en matices que propuestas previas de Coldplay, quizás las canciones no enganchen en exceso ni logren convencer en su primera escucha, pero si permiten ser degustadas con tranquilidad, con más atención y exhibiendo refinamiento musical. Como Life in technicolor, tema de apertura y en dónde unas atmósferas sonoras al más puro estilo Sigur Rós acaban transformándose en una estrofa más rockera a lo Arcade Fire (también son palpables las aportaciones de Markus Drav en el sonido).
La impronta de su productor queda patente en la canción siguiente, Cementeries of London, que se inicia a lo Roxy Music y cuenta con unos sintetizadores omnipresentes y unos coros que parecen extraídos de alguna isla del Pacífico.
Uno de los momentos más bellos e íntimos lo marca 42, canción en la que Martin sobresale con una voz frágil y delicada, y en dónde se impone el lirismo a la par que la fragmentación musical. Sin embargo, el tema Yes se queda sólo en un intento de abarcar nuevos registros vocales.
Para hacer las delicias de los fans del grupo tenemos a Viva la vida, la que suena más a Coldplay del largo y que sigue con el single Violet Hill, una composición atípica, con un ritmo muy marcado, y con un estribillo que recupera el falsete de Martin.
En definitiva se ha logrado un sonido relativamente novedoso comparado con sus precedentes: la melodía melosa deja paso a lo intimista e experimental. El piano pierde la importancia de antaño y su espacio lo ocupa el sintetizador. Y la voz, salvo puntuales ocasiones, se aleja de los falsetes.
En conjunto se dota así de un tono distinto, con nuevos aires en la producción y sin perder de vista el objetivo de contar con el beneplácito de sus fans expresado en numero de ventas. Quizás decepcione un poco a quienes disfrutan con la etapa más acústica del grupo (representada por sus dos primeros álbumes), pero han ganado en profundidad sonora por saberse rodear de las personas adecuadas. ¿Dejará de soñar Martín con Bono y Tom Yorke saltando por encima de él una y otra vez? Eso es lo único que nos queda por saber, y quizás la respuesta esté en un disco que suena diferente, y eso, ya es mucho.