Germán Coppini, músico de reconocido prestigio y nombre clave en la historia de la música en español de las últimas décadas (merced a su participación en los míticos Golpes Bajos o en los primeros tiempos de Siniestro Total) deja a un lado sus discos en solitario para asociarse con Álex Brujas (del grupo Stereoskop), un fanático de los sonidos electrónicos que proporciona a Coppini una nueva dirección para orientar sus cualidades vocales y sus letras. Así surge el primer disco de Lemuripop, un catálogo de tecnopop que nace con la vista puesta tanto en la década de eclosión de dicho género (los añorados años 80) como en la vanguardia electrónica de más rabiosa actualidad.
Ante todo hay que destacar el acertado equilibrio que se ha conseguido entre la peculiar voz y las historias contadas por Coppini por un lado, y el colchón sonoro elaborado por Brujas por otro, logrando una fusión que asombra por lo perfectamente engrasada que se muestra y que, salvando las distancias, muy bien podríamos calificar como los The Postal Service españoles (todo un halago sin duda).
A lo largo de todo este Primo tempo nos vemos transportados constantemente adelante y atrás en el tiempo, disfrutando de los sonidos más modernos pero también dejándonos llevar por reminiscencias de grupos de hace un par de décadas que indudablemente han influido a este nuevo dúo. Así, es inevitable pensar en New Order al oír Tuaregs, o en A night like this de The Cure cuando empieza Pueblos, y asimismo captamos diversos retazos de Yazoo o Depeche Mode aquí y allá. Incluso, siendo un poco maliciosos, es fácil acordarse de Franco Battiato (en Lemuria o En el día del arrepentimiento, por ejemplo).
Además del muestrario de sonidos tecno, hay temas más rockeros, como La llama de la felicidad o Las buenas palabras, que sirven para no saturar de electrónica y dejan mayor espacio para apreciar la lírica de Coppini, demostrando de paso que este recién estrenado dúo es capaz de moverse por otros terrenos.
Como resumen muy representativo de esta conjunción entre el pop-rock más tradicional y el creado por máquinas tenemos el último corte del disco, una atractiva remezcla del clásico Fiesta de los maniquíes (Golpes Bajos) que fue el germen de donde surgió todo este proyecto, y que sirve de homenaje a aquella formación donde Coppini nos ofreció excelentes temas junto a un Teo Cardalda que posteriormente dilapidó su crédito en las sucesivas entregas discográficas de Cómplices.
En definitiva, un clásico viviente aúna fuerzas con sangre nueva para sonar más actual que nunca, dejando doce temas que ganan puntos a cada nueva escucha.