He de confesar mi debilidad por Björk. Desde su primer disco me ha impresionado su creatividad, su voz, su manera de estar en el mundo de la música contemporánea. Así que, si nunca una crítica es objetiva, esta lo va a ser menos, debido a mi admiración por la cantante islandesa.
Dicho esto, pasemos a su último álbum, Vespertine. En una primera escucha nota uno las diferencias con respecto a trabajos anteriores, sobre todo al compararlo con Homogenic (quizá no tanto con Selma Songs). Mientras que Homogenic era un grito, Vespertine es un susurro. Björk sigue manteniendo sus señas de identidad, con su peculiar voz y modo de cantar, haciendo del ruido música a base de humanizar lo electrónico. Pero, partiendo de esto, Vespertine es un disco más dulce que los anteriores, más tranquilo. Melodías susurradas, bases menos agresivas, coros de voces blancas ( el ya muy comentado coro groenlandés) que sustituyen en primacía a las cuerdas del disco anterior. Hidden place, el primer single, es el ejemplo más destacado, pero no el único. También en cortes como Undo o Pagan poetry escuchamos a una Björk más sensual si cabe que en trabajos anteriores. Y no olvidemos las letras, siempre destacadas en la obra de la islandesa. Otra vuelta de tuerca a ese universo personal, íntimo, inconfundible.
Sinceramente, no puedo encontrar un solo fallo en este disco, una sola canción que le reste belleza, conmoción, originalidad. Pero ya digo que mi opinión está altamente condicionada por mi admiración. El pequeño geniecillo vuelve a remover las emociones y los sentidos. La amo, ¿qué le voy a hacer?