El que fuera primer vocalista de los actualmente archifamosos Dream Theater, Charlie Dominici, nos entrega la tercera y última parte de una trilogía conceptual que narra la historia de un joven que fue raptado en su juventud para ser entrenado como un terrorista. La primera parte, en formato acústico, fue publicada a través de su página web y la segunda se editó el pasado año.
Con 03 A Trigogy, Part. 3, entramos de lleno en el terreno del rock progresivo con ramificaciones extensibles al sonido de los mencionados Dream Theater y demás bandas del estilo como Symphony X, etc.
El vocalista, ha contado con el mismo equipo que ha llevado adelante esta larga historia, y en el que sobresale, por méritos adquiridos, el guitarrista Brian Maillard, que vuelve a demostrar, a lo largo del disco, una resolución interpretativa a un nivel de excelencia, combinando contagiosos riffs de impacto súbito con filigranas guitarreras de intrincados recursos; March Into Hell o Genesis, son ejemplos representativos de su virtuosa labor.
Como ha sido la nota habitual en esta trama, Dominici cede desinteresadamente el protagonismo a la parte instrumental, aportando sus cualidades vocales de forma medida, dejando espacios para que fluya la narración con soltura, sin forzar las estructuras.
Obviamente, en una grabación como está no podía faltar la expresividad de los teclados, colocados por Americo Rigoli con un exquisito criterio para realzar las estructuras y dotarlas de una viveza exuberante.
También hay lugar para los medios tiempos melodramáticos como So Help Me God, donde el predominio de la voz queda justificado por cuestiones esquemáticas de la obra.
Estamos ante un álbum de pulida producción, donde las asperezas han sido totalmente eliminadas en favor de los ritmos sutiles de complejo recorrido. Toda la obra ha sido minuciosamente construida para transmitir una sensación de consistencia y alto nivel cualitativo. Así, de la unión de todas las habilidades inherentes a Charlie, Brian y Americo, además de la prestancia de Yan Maillard en la batería y el sobrio aporte de Eric Atzeni al bajo, ha surgido un preciosista y energético entramado de sublime calidad dentro de los perfiles actuales del rock progresivo.
Un final perfecto para una larga historia que deja una interrogante sobre cual será la dirección que tome a partir de ahora la carrera de Charlie Dominici.