La trayectoria de Soilent Green no ha sido un camino de rosas precisamente. Se abrieron camino a base abrasivas guitarras, apocalípticas baterías y mordaces vocalizaciones, pero el destino se cebó en la formación con la muerte de su bajista Scott Williams, nunca aclarada si por suicidio o asesinato; luego, un accidente de automóvil dejó al grupo maltrecho y, por si fuera poco, resultaron damnificados de sobremanera por el huracán Katrina, que se llevó una buena parte de su historia y, además, a su ex vocalista y miembro fundador Glenn Rambo.
Todas estas circunstancias no han podido acabar con la carrera de la banda de Nueva Orleans. Al contrario, si con su anterior álbum, Confrontación, ya expresaban claramente su furia por las diversas vicisitudes que han tenido que soportar, con Inevitable Collapse In The Presence Of Conviction, siguen demostrando que son duros de doblegar.
El nuevo álbum, significa la puesta en marcha de una nueva etapa con el respaldo de Metal Blade. A priori, una garantía de que se apuesta por ellos porque están haciendo las cosas bien. Y las expectativas no parece que vayan a defraudar. Han facturado una grabación de correosa musculatura donde sobresalen las absorbentes guitarras de Brian Patton y Tony White, quienes continúan resultando un par de aventajados alumnos surgidos del mismísimo matadero de Leatherface en la Matanza de Texas. Es decir, un sonido recurrente de sierra infernal, que igual nos trae reminiscencias de Black Sabbath (Metal Acupuncture), como nos sumerge en los perfiles del sludge (Blessed In The Arms Of Servitude), o nos machaca las neuronas hasta límites peligrosos (For Lack Of Perfect Words, entre otros).
Eso sí, no se olvidan de concedernos algunos segundos de descanso con pequeños incisos en los que asoman rasgueos de guitarras de aristas country, o algún otro efecto para oxigenarnos apenas, porque, lo que mandan, son los ritmos demoledores envueltos en agresivas arremetidas crossover donde el death, el grind y el hardcore invaden fronteras mutuamente y acogen con toda naturalidad ciertos aromas sureños además de pequeños reflejos doom.
Un trabajo donde no tienen cabida las melodías resultonas ni las filigranas virtuosas. Es toda una lección de metal apocalíptico engrasado con grooves desestabilizadores.
Si a todas sus buenas cualidades añadimos que, manejando los controles ha estado Erik Rutan, el hombre idóneo para encargarse de cuestiones extremas que suenen bien calibradas, tendremos el complemento perfecto para disfrutar de una grabación de alto octanaje interpretada con agresividad pero siempre cuidando los detalles para realzar el producto final.