Los conciertos de Bunbury siempre han sido un espéctaculo. Dejando de lado su época con Héroes del Silencio, ya con su primer disco nos fascinó por completo con su directo impecable y su estética "techno", aunque la línea de sus canciones anduviera entre el mestizaje de lo africano y mediterráneo y la psicodelia dance empapada con el blues de Nueva Orleans.
El amago estilístico de su segundo disco nos dejó a todos desconcertados, abriéndonos a un Bunbury más cercano a los sabores del otro lado del atlántico, sin renunciar a ciertas consonancias de su primer trabajo, pero suavizando los duros ritmos hacia la consecución de tramas sonoras más envolventes y etéreas, proceso que también sufrieron en sus directos las primeras canciones, tal y como pudimos descubrir en su tercer trabajo en directo "Pequeño Cabaret Ambulante", donde además pudimos descubrirle cantando tangos.
Con su último trabajo "Flamingos" ha alcanzado la perfección sonora tanto en estudio como en directo, aunque sea en este último caso cuando realmente podemos encontrarnos con su música en su estado más puro.
Lo que se pudo saborear y sentir en Valencia el 18 de Julio difícilmente puede ser explicado en palabras. Rodeado de una banda de profesionales y una ambientación que cambiaba de lo cabaretero a la psicodelia acorde con las canciones, nos deleitó con algunas de las pistas de su último disco, con un sonido abrumador y en sus peculiares versiones que siempre mejoran a las de sus discos. Interpretó también abundante repertorio de sus anteriores trabajos ("Infinito", "El estranjero", "Salomé", "Contradicción", "Alicia expulsada" - en una versión lenta, densa y casi oscura que supera sin igual a todas las versiones precedentes- ) y canciones ajenas como "El jinete".
Bunbury es un genio. Tanto a nivel compositivo como en directo. Es un verdadero frontman que no duda en "predicar" lo que piensa ("señores de la prensa, ¿no les duelen los oídos ante la música que se escucha en estos momentos en España? ¿dónde están los que nos gustan? ¿y Radio Futura? ¿y Bob Dylan?") y no dejar que el vínculo que lo une a su público durante las dos horas que duran sus conciertos se debilite lo más mínimo.
Ya no necesita mirarse en ningún espejo para saber que el fantasma que le perseguía ha desaparecido y puede sentirse satisfecho con el trabajo realizado. Y eso se nota. Cuando después de tantos años se atreve a cantar en los bises en exquisitas versiones "Maldito duende" y "La chispa adecuada". Soberbio.