Después de una fructífera trayectoria plagada de éxitos con sus anteriores trabajos Morfología, Synthesis y Paradÿsso (excluyamos el primerizo Torcidos) la banda madrileña vuelven al panorama de la actualidad musical con la contundencia y calidad que siempre les ha acompañado. Grabado de nuevo en sus propios estudios Cube y mezclado en Los Ángeles por Scott Humphrey, que ha colaborado con grupos de la talla de Metallica, Rob Zombie o Monster Magnet, su nuevo trabajo que han bautizado con el nombre de Reddo –reflejo en latín, en referencia al papel de espejo que quieren que ejerza su disco ante aquel que lo escuche, en cuanto a contenido e implicación personal- recoge once temas cargados de auténtica energía y marcados por su particular huella tanto en el aspecto sonoro como en sus letras.
Sôber es dureza; brutalidad sonora si queremos. Obviando la tranquilidad y sutileza de la por otro lado fantástica Solo, heredera por méritos propios de Paradÿsso y un paso más en la producción musical del cuarteto, incorporando a los ya utilizados violines el arpa y deliciosos coros femeninos, la casi totalidad de los cortes de su trabajo rezuma potencia a las guitarras y las voces, cada vez más cuidadas y en constante ampliación de registros. Toda una base sonora capaz de sostener el peso de la profundidad abisal de las letras de Carlos Escobedo, que una vez más nos anima a profundizar en esa oscuridad íntima y personal inherente a todos nosotros, a reflejarnos en cada una de las palabras que escupe con sinceridad sobre las notas desgarradoras de La Burbuja de Cristal, 12+1, Penitencia o Reflejo (atención a los coros). Siempre con esperanza, con renovado afán positivo hacia ese camino que nos espera si queremos creer en esa luz tras La Nube (primer single y una de las canciones con más fuerza del disco, descripción de una tormentosa relación de pareja, donde Carlos se atreve con una acertada incursión en el falsete) o tras ese telón en Blanco y Negro (estremecedora declaración de amor rematada en la producción con la inclusión de armonías cuasi-vocales de registro oriental en un acercamiento sonoro a las formas vanguardistas del mismo Peter Gabriel en su Signal to Noise).
Una mejora sustancial general en la producción sonora, mucho más detallada que su Paradÿsso y anteriores discos, más nitidez si cabe en todos los aspectos pero ninguna marcha atrás en el espíritu original, potente, agresivo y optimista que los ha hecho dignos padres de obras maestras como Si me marcho, Diez Años, Loco, Cubos y sin duda alguna La nube y muchas más de este disco que acaba de ver la luz.