Treinta años de carrera contemplan a The Cure, una de las pocas bandas que puede presumir de haber logrado algo tan inverosímil como seducir por igual al gran público, a los indies más intransigentes, e incluso a algún sector del mundo gótico. Desde su fundación como Easy Cure en 1976, el grupo de Robert Smith no ha parado de dar giros y llenar de sombrío sentimentalismo una prolífera carrera que vive su decimotercera entrega de estudio.
4:13 Dream, al igual que The Cure (2004), mira a los inicios de la banda, al pop de oscura sencillez que impregnó Three Imaginary Boys (1979), pero especialmente Seventeen Seconds (1980). En gran medida Robert Smith y los suyos firmaron su mejor etapa creativa, en términos globales, tras su segundo trabajo al que hay que añadirle Faith (1981) y Pornoghrphy (1982) para completar la trilogía siniestra. Smith siempre se ha mostrado contrario a dicha etiqueta, pero parece imposible que consiga desprenderse de ella por la inquietante melancolía que desprenden estos discos y el desarrollo coherente que siguen.
Todo se agudiza, además, con la que puede considerarse su gran obra maestra, Desintegration (1989). Más que una desintegración es una bendita resurrección en la que The Cure retomó el sendero del pasado pero logrando llevar las canciones hasta una atmósfera, si cabe, hipnótica, a través de una concepción pop minimalista y unos arreglos soberbios. “Plainsong”, “Pictures Of You”, “Lovesong”, “Lullaby” o “Fascination Street” son un mero ejemplo de la homogeneidad de un trabajo que tiene un lugar asegurado entre los mejores de la historia de la música popular.
Pero han pasado casi veinte años desde que Robert Smith llegara a lo más alto. Un tiempo en que la banda se ha dedicado a alternar sus propias fórmulas, en algunos momentos cercanas al período de transición entre Pornography y Desintegration, y en otros, como el actual, retomando el sonido de sus inicios. 4:13 Dream puede considerarse una continuación lógica de su último trabajo que, sin embargo, opta por otros matices, en gran medida debidos a la desaparición de los teclados tras la marcha de Roger O’Donnell. La actual composición de la banda, un cuarteto formado por Smith (voz y guitarra), Simon Gallup (bajo), Porl Thompson (guitarra) y Jason Cooper (batería), es trascendental para comprender la dirección que ha tomado el grupo.
“The Only One”, primer single, editado el 13 de mayo y que abrió el lanzamiento de otros tres sencillos el día 13 de los meses posteriores en honor el decimotercer disco de estudio, ya marcaba las líneas generales de todo el álbum, con la guitarra de Thompson tomando las riendas hacía una dirección más melódica y directa, y menos ambiental. La mayoría de temas oscilan entre los tres y cuatro minutos, con al excepción de “Underneath The Stars”. La encargada de abrir 4:13 Dreams es un verdadero viaje por debajo de las estrellas que emula a los Cure más astrales con el mérito y el plus de dificultad que conlleva hacerlo sólo con las guitarras.
No hay más sorpresas en un álbum del que los otros tres sencillos anticipados al lanzamiento, “Freakshow”, “Sleep When I’m Dead” y “The Perfect Boy”, ya adelantaron las mejores piezas. Aun así, también se pueden rescatar “The Reason Why” y “Sirengong”, todas ellas conceptuadas bajo el mismo patrón ejecutado por la guitarra y con Robert Smith tomando, a menudo, una dirección propia, con su voz rota, ajena e independiente a las tramas melódicas.
Los mejores años ya han quedado atrás, pero un nuevo álbum de The Cure siempre garantiza una escucha distendida y momentos para adentrarse al melancólico legado de la banda. Mientras Robert Smith, amo y señor del devenir del grupo, siga divirtiéndose con la música, no dejará de ofrecer trabajos que siempre destilarán una personalidad única.