En vista de los tiempos difíciles que corren para algunos grupos en el mundo de la música, la formación madrileña The Grillo sigue fiel a su filosofía. Su segundo larga duración vuelve a estar a nuestra disposición a través de la autoedición, con la ayuda de la promoción a través de su página web, en un formato especial –parecido a las fundas de los antiguos singles en vinilo–, y tras un título tan claro como Pirata se declaran abanderados de la creatividad y la espontaneidad, oponiéndose al anquilosamiento de ciertos medios.
Para constatar esta afirmación basta con escuchar lo que sale de la boca de Guillermo G. Arévalo (compositor, cantante y guitarrista) en el corte que da título al álbum: “Me he vuelto un pirata, anárquico e ilegal. Me resbala todo con tal de poder tocar. Me he vuelto un canalla, un friki racional, un virus en la SGAE y otro en mi editorial.” O también en títulos tan reveladores como Un grito en el desierto o No me adoctrinen.
En este segundo trabajo se nota que el grupo ha ido acumulando experiencias a lo largo de los últimos meses, y han logrado plasmar en estudio lo que hayan podido aprender de telonear o tocar junto a artistas como Pereza, La Fuga, Iván Ferreiro, Sidonie y Quique González, o de moverse en un gran escenario como el del Mediatic Festival. Así, la gran mayoría de composiciones suenan tan firmes como aquéllas de los grupos más veteranos del panorama patrio.
Tras el arranque con esa extraña Pirata –pese a las buenas intenciones, la letra resulta algo sonrojante una vez llega a nuestros oídos– se van sucediendo acertadamente las descargas de energía, con ese pop-rock que el grupo domina sin problemas, creando posibles himnos que en apenas un par de escuchas se hacen tarareables por cualquier oyente sin prejuicios.
A veces más rabiosos, otras más calmados –Luna de tobogán es un buen ejemplo–, The Grillo despliegan su ilusión y su buen hacer a lo largo de diez canciones que no beben de ninguna fuente en especial, sino de la herencia musical de las últimas décadas. Quizá en la vocalización y en ciertos ramalazos haya un parecido con Dylan Ferro y sus grupos (Melón Diesel / Taxi), así que los seguidores de éstos deberían probar suerte con la banda que nos ocupa. No en vano la nerviosa Start again, que cierra el disco, viene cantada en inglés.
Resumiendo: energía, vitalidad y muchas ganas de aprovechar el espacio que les proporcionan sus letras para transmitirnos sus inquietudes. Vale la pena darles una oportunidad.