El revival post-punk no ha llegado a su fin pese a la oleada de intrascendentes bandas noveles que ha asechado a lo largo del último lustro. La última esperanza se llama Glasvegas y llega desde Glasgow, ciudad con una personalidad única y una trascendencia incuestionable para comprender la evolución de la música británica a lo largo de las últimas dos décadas.
Desde la aparición de su primer single “Daddy’s Gone” a finales del pasado 2007, la banda ha sido aparentada con el último gran fenómeno surgido de la ciudad, Franz Ferdinand. Pero a quienes realmente se acerca Glasvegas es a otro de sus grandes conciudadanos, The Jesus And Mary Chain, gracias a sus constantes feedbacks de guitarra y su batería elemental que evoca a Bobby Gillespie en Pyschocandy (1985).
El debut de James y Rab Allan, Paul Donoghue y Carolina McKay es un constante juego de contrastes más allá del propio nombre del grupo -a mitad de camino entre la industrial Glasgow y el lujo de Las Vegas-. Mucho habrá tenido que ver en la base sonora el trabajo en la producción de Rich Costey, uno de los ingenieros más cotizados de los últimos años por su vital aportación en el éxito de los propios Franz Ferdinand, Bloc Party o Interpol. Pero lo que distingue y personaliza Glasvegas es la capacidad para darle una vuelta de tuerca al género y envolver sus temas de una trama melódica y ambiental no asociada al post-punk hasta la fecha. La actitud sombría enlaza con un rock de matices más clásicos y revitalizantes, envueltos en un entorno que les ha valido constantes comparaciones con los logros de Phil Spector y su Wall of Sound.
Glasvegas alterna sofisticación (“It’s My Own Cheating Herat That Makes Me Cry” o “Daddy’s Gone”), con guitarras y baterías de aires más convencionales (“Flowers And Football Tops”, “Geraldine” o “Lonesome Swan”) y algunos medidos acercamientos a My Bloody Valentine en “Go Saquare Go” y “Ice Cream Van”.
El alma humilde, de clase trabajadora, que desprenden las inhóspitas calles de Glasgow también impregna sus letras, que sorprenden y destacan por una implicación política y con la comunidad más profunda de lo habitual. Violencia en el fútbol, asistencia social y abandono familiar son algunos de los temas que marcan el LP y que el pop parecía haber dejado atrás.
El éxito logrado, especialmente en el Reino Unido, ha provocado que la banda trabajara con nuevo material en los últimos meses y antes de finalizar el año verá la luz un mini-álbum compuesto por seis temas titulado A Snowflake Fell (And It Feld Like A Kiss). Seguro que Glasvegas consiguen de nuevo aquello que hacía sentir orgulloso a Jim Reid, “hacer pop sin que suene a pop”. Quizá las comparaciones con una de las bandas más consistentes y relevantes de Glasgow les quede muy grande, pero parecen haber comenzado con buen pie.