Cuando se cumplen ocho años de la aparición de su disco homónimo de debut, Good Charlotte dan un nuevo paso en su carrera y publican un álbum compuesto principalmente por remezclas de algunos de sus singles más radiados desde aquel ya lejano 2000, así como tres temas nuevos –cuatro en una versión especial sólo adquirible a través de iTunes– que servirán de reclamo extra para aquellos seguidores de la banda que lo necesiten.
Ante todo sorprende que una formación de punk pop haya querido hacer pasar sus composiciones, coreadas en todo el planeta por las hordas adolescentes, por el filtro de las diversas relecturas a las que las someten. No es precisamente este género musical el más propenso a salir airoso de experimentos similares –se supone que transmite espontaneidad, frente a la cuidada y fría elaboración de los remixes–, así que en principio es comprensible cierto recelo.
El disco se abre con dos brillantes canciones nuevas, Los Angeles world wide y Anxiety. En los primeros compases de la primera ya se notan los aires que se ha querido imprimir a este álbum, aunque rápidamente queden apartados como algo anecdótico, olvidándose del barniz electrónico para arrojarse al estilo melódico que ha caracterizado siempre a esta banda norteamericana, buscando el estribillo entusiasta. En Anxiety apreciamos aires cercanos a The Killers –esos teclados y esas guitarras–, pero de nuevo no hay rastro de las ansias remezcladoras. Huele a futuro single.
El arranque del tercer corte, Broken hearts parade, nos transporta al Caribe, con aires jamaicanos que nos recuerdan al plácido reggae pop que practicaban Sugar Ray en algunas canciones. Después viene Fight song, tercer y último tema completamente inédito, de carácter más agrio y cortante, elegido como primer sencillo del álbum, y donde aparece como invitado el rapero The Game.
A partir de ahí se van sucediendo once remixes más, con resultados de todo tipo. Los hay sencillamente efectivos (I just wanna live, The young & the hopeless, Where would we be now), otros bastante resultones (All Black, Predictable), y algunos realmente conseguidos (el aire de tecnopop ochentero de I don’t wanna be in love o Hold on).
Sin embargo, cuando la remezcla se decanta por los aires más hiphoperos resulta algo más pantanosa y aburrida. Es el caso de Keep your hands off my girl o The anthem. Tampoco destacan especialmente Little things o Girls & boys, que acaban empachando, por venir excesivamente recargadas.
Entre los remezcladores destacan figuras como Patrick Stump (líder de Fall Out Boy), Teddy Riley, Metro Station (teloneros de una de sus giras anteriores) y JNRSNCHZ. Juntos acaban creando un producto lleno de altibajos, pero que resulta curioso tanto para los fans de la banda (por aquello de descubrir nuevas facetas de sus composiciones) como para aquellos no tan iniciados en su mundo.