Con el teclista Jef Godfrey como ideólogo y catalizador del proyecto y un brillante debut en 2006 como Milliontown, regresa Frost para ofrecernos un segundo trabajo igual de competitivo que su ópera prima, Experiments In Mass Appeal.
La formación sigue contando con expertos elementos como John Jowitt (bajo) y Andy Edwards (batería), la sección rítmica de IQ. Junto a ellos, el brillante guitarrista John Mitchell, parte importante de Kino, Arena e It Bites, tres bandas respetadas dentro de la temática progresiva. A ellos se ha unido Declan Burke, como vocalista y guitarra acústica.
El resultado no difiere mucho de su anterior grabación. Técnicamente irreprochable, de sus composiciones se desprenden efectos provocadores envueltos en una atmósfera recargada de virtuosismo instrumental, donde se combina una dinámica de inesperadas arremetidas con interludios sosegados.
Un álbum de exquisita fluidez, bizarro, elegante y versátil, en el que guitarras, teclados y batería se funden en apasionadas turbulencias, para contrastar con el penetrante y delicado sentimiento de las voces.
Estamos ante un exuberante laberinto de intrincados esquemas expuestos de forma compleja pero con el suficiente criterio como para atraer al oyente e invitarle a un fantasioso viaje por horizontes sonoros repletos de continuas filigranas.
Cada composición contribuye a dotar al álbum de una lectura general sofisticada y turbadora. Su espíritu robusto y explorador, de matices diversos, nos regala con temas en constante mutación donde tienen cabida pasajes acústicos, requiebros tecno-industriales y cambios de ritmo de sinuosa vitalidad.
La primera parte del disco, formada por Experiments In Mass Appeal, Welcome To Nowhere y Pocket Sun, constituye una trilogía espectacular, a base de un lento comienzo que deviene en frenética actividad. Con Salines, se toman un respiro, para acometer nuevos brios con los provocadores injertos electrónicos incluidos en Dear Dead Days. Luego continúan cortes menos inspirados, como Falling Down, You/I y Toys, pero recuperan su mejor forma en la despedida con Wonderland, un tema de más de 15 minutos que, después de una irrupción contundente adquiere una dimensión fantasmal e hipnótica.
Una grabación algo complicada, con sus toques extravagantes, pero dotada de una lujosa y creativa modernidad.