Desde la primera canción, Oasis delatan su procedencia: Inglaterra. La puntualidad es una de las reglas más estrictas que llevan a cabo los británicos y, por ello, a las nueve y media en punto de la noche sonaban los primeros acordes. La ya de sobra conocida canción instrumental que abre casi todos sus conciertos, Fuckin the buses, provocaba el delirio de las más de quince mil personas que abarrotaban el Palacio de los Deportes de Madrid.
Largas horas de espera, de colas, pero que merecieron la pena para muchos de los asistentes que querían encontrar dentro del recinto un lugar de privilegio entre las primeras posiciones para ver al grupo de los Gallagher. Los conciertos de los hermanos de Manchester son todo un espectáculo siempre. Ya sea por su música, por sus discrepancias como personas o por los excesos de uno u otro en plena actuación. Las burlas del pequeño, Liam, hacia Noel en el concierto de 1996 en Mein Road abrieron todas las polémicas en torno a la mala relación entre ambos. Incluso llega hasta estas fechas. Nada más aterrizar en Barajas, Noel sentenció al respecto: “No me hablo con mi hermano desde hace dos años”.
Se antojaba un directo apasionante. Sea una estrategia para acaparar la atención del público, o sea verdad toda esta parafernalia, lo que sí es cierto que sus conciertos no dejan nunca indiferente a nadie. Y el de el 12 de febrero en la capital española no fue una excepción. Rock and Roll Star abrió la lata. El primer clásico de su disco debut metió a los fans en el bolsillo desde el primer minuto. Media docena de temas de su último album , alabado por la crítica musical, Dig out your Soul, dirigieron el rumbo junto a himnos como Songbird, Slide Away o Morning Glory.
Noel tuvo, además, un punto de acidez con el respetable cuando en tono sarcástico espetó: “Live Forever, ¿Conocéis esa canción?” . En ese momento la gente coreaba uno de los mayores hits de su larga trayectoria, pero el compositor de la banda británica sonrió y concluyó: “Pues si conoceis el disco Defenitely Maybe, es la tercera pista. Ahí la encontrareis”. La broma no cayó del todo mal sino es porque lo arregló enseguida con una maravilla en forma de acústica, Masterplan.
De nuevo saltaba a escena el vocalista original del conjunto inglés para maquillar una actuación bastante sosa y aburrida de los hermanos, que se encomendaron a cantar y a aportar escasa y comunicación con la gente durante poco más de hora y media que duró el concierto. Pandereta en mano, manos cruzadas atrás a la altura de la cintura, cuello espigado y cabeza arriba con la mirada perdida entre el público y de su voz salieron los bises: Wonderwall, Falling Down y Supersonic, la más coreada por la gente durante toda la noche.
El caráter chulesco del menor de los hermanos es la seña de identidad de la banda. Además, hasta cuando su hermano hace los coros, se le puede apreciar en la cara claros gestos de desprecio o haciendo como que con él no va la cosa. Se preocupaba más de tener la chaqueta beatleniana, que pareció haberla robado del disco St. Pepper,en su justa medida que de escuchar a Noel. Claro síntoma de la pésima relación entre los familiares.
El broche final lo pusieron con un tema de sus ídolos, I am the Walrus, de The Beatles, que si en algo se diferencian es en épocas y en equipos de fútbol. El cuarteto de Liverpool eran reds reconocidos y, los autores de la ola musical Britpop de los 90, seguidores empedernidos del Manchester City. Está claro que la calidad está siempre reñida con la fama, y es que el roce entre los hermanos Gallagher recuerda mucho al que en su día tuvieron John Lennon y Paul Mcartney. De momento, Noel y Liam aguantan el tipo como pueden sobre los escenarios.