Steven Wilson no es precisamente un recién llegado en esto de la música, lleva años desempeñando su carrera artística a caballo entre diferentes proyectos musicales. Entre ellos se encuentran Blackfield, No-Man, Bass Communion, Opeth y Porcupine Tree. Es con estos últimos con los que ha logrado un mayor reconocimiento y una base de fans más amplia. Ahora Wilson ha decidido dejar aparcados, momentáneamente, sus lazos con las bandas citadas y ha emprendido, por primera vez, el camino en solitario con el álbum Insurgentes.
Insurgentes se mueve por las mismas coordenadas que han caracterizado los discos de Porcupine Tree. Un meridiano de referencias que establece su punto de partida en los Pink Floyd sinfónicos, con Syd Barret fuera del grupo, y que llega hasta Radiohead, dejando por el camino alguna concesión a King Crimson. Con este título Wilson vuelve a demostrar cierto talento natural para elaborar atmósferas absorbentes con ese matiz angustioso que caracteriza el sonido de Porcupine Tree. El músico británico sabe jugar con los entornos sonoros que crea, los cuáles va resquebrajando con estallidos progresivos construidos con los clásicos instrumentos rock y otros como el piano, que cobra cierta relevancia en el disco. Es precisamente en la elaboración y el desarrollo progresivo de estos temas dónde el álbum descubre su mejor cara. La otra, la que reduce un par de puntos la potencia sonora alcanzada, es la de aquellos fragmentos en que su voz se posiciona como protagonista, coincidiendo con las partes más tiernas y luminosas de una obra que poco tiene de ello. Una voz que, en determinados ocasiones, quiere asemejarse a la de Thom Yorke, pero en que el resultado es más bien fallido, tal y como ocurre con el tema que abre el disco Harmony Korine. Todo lo contrario de lo que consigue en su último tema, de título homónimo al del LP.
Pero sí hay que quedarse con cortes que destacan por encima del resto, ahí está Salvaging, que empieza sumergiéndonos en un agujero negro sin fin, pero del que se logra salir hacia el final con esos parajes sonoros propios de una banda sonora del mejor Vangelis. Otro destacado es el progresivo No Twilight within The Courts of the Sun. Un título que hace un guiño ya en su propio nombre con In The Court of the Crimson King de King Crimson, y que hubiera dejado muy satisfecho al propio Robert Fripp.
El músico de Londres no sale mal parado en su aventura en solitario, pero tampoco logra el nivel demostrado con sus compañeros de Porcupine Tree. Insurgentes es un buen álbum que se ve algo diezmado por fragmentos de tinte épico que no van en resonancia con el espíritu ni la voz de su cantante.