Son varios los grupos británicos de la nueva ola post-punk surgidos entre 2004 y 2005 que, tras un deslumbrante debut, han ido perdiendo gas lentamente, desembocando en una tercera entrega discográfica poco menos que decepcionante para todos aquellos que pusieron muchas esperanzas en la capacidad de este tipo de bandas para crear un impacto duradero dentro del panorama musical mundial. Basta con fijarse en los recientes trabajos de Bloc Party, Kaiser Chiefs o The Futureheads para confirmar una preocupante pauta, la del escollo que supone el tercer disco, el mismo al que se enfrentan Maxïmo Park con este Quicken the heart.
Tras las expectativas creadas por A certain trigger (2005) y temas como el contundente Apply some pressure, la banda de Newcastle no logró repetir las cotas de impacto en Our earthly pleasures (2007), pese a contar con himnos como Our velocity. Así pues, afrontamos la escucha de este tercer disco de estudio −por ahí circulan recopilatorios diversos, como Missing songs− con un cierto temor, el de encontrarnos con un cierto desencanto al ver que no se repiten los resultados satisfactorios de su primera obra.
Por lo pronto, Quicken the heart nos ofrece una portada de tono estelar que contrasta con esos placeres terrenales de los que nos hablaban en el título de su segundo álbum. El que aquí nos ocupa fue grabado en Los Ángeles durante el pasado otoño con Nick Launay (responsable, entre otros, del reciente cambio de sonido de Yeah Yeah Yeahs, y de trabajos de Talking Heads o Nick Cave) en tareas de producción.
En cuanto a los temas que lo componen, abre fuego Wraithlike, el animoso primer single, que ofrece lo que cualquier seguidor del grupo debería esperar. A partir de ahí, y durante gran parte del disco, el quinteto va haciendo gala de sus mejores armas, inmersos en ese post-punk que intenta barnizar el pop-rock de toda la vida con toques más oscuros, mirando hacia nombres de los años 80 como Joy Division o los primeros The Cure.
Entre las mayores cotas de Quicken the heart se hallan perlas como The kids are sick again o el tono sombrío de la magnífica Questing, not coasting, donde la voz de Paul Smith adquiere especial relevancia. En general, en toda la primera mitad del disco se acumulan los temas de mayor pegada, dejando para la segunda parte otros que tal vez no alcancen la brillantez de sus precedentes −Tanned o I haven’t seen her in ages resultan bastante tediosos−, y que poco a poco van restando gas a lo que podía haber sido un brillante ejercicio de vitalidad musical.
En conclusión, la creatividad de los ingleses se mantiene a un buen nivel en buena parte del disco −pese a no repetir el impacto inicial de su debut−, ofreciéndonos una colección de temas directos, urgentes y vigorosos. Señalar que también va a editarse una edición especial y limitada, que incluirá un dvd donde se recoge la actuación que dieron en el Metro Radio Arena de su Newcastle natal en diciembre de 2007.