Cualquier proyecto en el que se involucra Billy Sheehan suele llevar adosado el sello de garantia de calidad; el bajista norteamericano ha justificado sus cualidades en todas sus contribuciones discográficas hasta el punto de haberse convertido en uno de los instrumentistas más reputados de los últimos 30 años.
Desde que iniciara su carrera con Talas, ratificara su talento en la banda más reconocida de su trayectoria, Mr. Big, y prestara sus servicios para realzar a lumbreras como David Lee Roth o apoyar a magos de la guitarra como Steve Vai, sin olvidar su incursión en la música progresiva y de fusión con Niacim, ha mantenido su clase intacta.
Con Holy Cow, retoma sus trabajos en solitario facturando un álbum de lo más versátil, como no podía ser de otra forma. Ya se sabe que las grabaciones de estos virtuosos músicos pueden resultar algo abrumadoras por el eclecticismo implícito que atesoran. En este caso, mantiene ese precepto, mostrándonos una amplia gama de canciones de lo más dispares. Ciertamente, unas, mejor conseguidas que otras, pero con un resultado final provechoso con momentos de verdadero poder sugestivo.
Una de las agradables sorpresas es la eficaz presencia de la voz del bajista en diversos temas, además del dominio casi absoluto que ejerce sobre las composiciones, encargándose también de la casi totalidad de las partes de guitarra, salvo colaboraciones de lujo como las de Billy Gibbons de Z Z Top, su colega en Mr. Big, Paul Gilbert y del propio productor del disco, Simone Sello, sin olvidar la participación vocal de Dug Pinnick (King’s X), en Turning Point, el corte más convencional de todos en clave de balada. Tampoco se puede dejar de mencionar el apoyo del batería Ray Luzier, espectacular a lo largo del disco.
La sustancia más convincente y energética la encontramos en el tramo inicial del álbum con In A Week Or Two, incluyendo el mejor aporte vocal de Sheehan, un buen groove guitarrero y la obvia presencia de las cuatro cuerdas, seguida de A Lit’l Bit’l Do It To ‘Ya Ev’ry Time, muy rítmica y contagiosa, con Gibbons exhibiendo su reconocible sonido, y de Dynamic Exhilarator, primer desmadre instrumental en toda regla del bajo haciendo un majistral dueto con la guitarra de un genial Paul. Una trilogía de lo más vital y seductora.
El disco baja un poco su intensidad al aparecer A Bloodless Casualty, donde se incluyen interesantes partes instrumentales mezcladas con voces melódicas. A continuación ofrece su lado más gris con Make It To Another Day, para repuntar con Just Another Humanoid y envolvernos en un vibrante entramado de jazz progresivo, al igual que sucede en Theme From An Imaginary Sci Fi, otra carismática lección de rock fussion de alto voltaje.
Después de administrar con soltura el resto del contenido, el músico de Nueva York se despide con una delicia instrumental donde sólo intervienen bajo y batería.
En consecuencia, un trabajo que corrobora la fama adquirida de Billy y sus inagotables ideas para producir sugerentes extructuras. Desde luego, este tío si que es una auténtica vaca sagrada del rock.