El pasado sábado 30 de mayo concluía el festival Primavera Sound de Barcelona cerrando tras de sí la edición más masiva de sus 9 años de historia (76.000 personas). Durante tres días pasaron por las grandes explanadas del Forum artistas de la talla de Yo la Tengo, My Bloody Valentine, the Pains of Being Pure at Heart, Spiritualized, Aphex Twin o Bloc Party, entre muchos otros. A pesar de lo ya visto y vivido, los aficionados esperaban con ansias el sábado al ser el día más fuerte del festival, y la oleada de música de toda índole no defraudó a las 35.000 personas que se acercaron a la cita musical.
Para la edición de este año los organizadores hicieron pocos cambios. Siguieron contando con cinco escenarios principales ubicados de manera estratégica para que los sonidos de las bandas no se fueran entrecruzando, un punto que deberían aprender ciertas organizadoras que han utilizado el mismo recinto. El sistema de compra de tickets por máquina causó ciertos desbarajustes, demostrando que el hombre y la máquina no siempre se llevan bien. Quizás el único reparo era el insoportable hedor que desprendían determinadas zonas del festival, un punto de difícil resolución dada la proximidad de la depuradora de aguas residuales.
Dicho esto, en lo puramente musical, el Primavera Sound lleva años demostrando un ojo clínico para programar un cartel equilibrado, ecléctico y lleno de calidad. Esta año no ha sido una excepción, a pesar del sobrepeso del género noise entre los artistas programados.
El sábado fue la jornada con más publico. Parte de él pudo disfrutar a primera hora de la tarde de la portentosa voz de Will Sheff al frente de Shearwater. Los norteamericanos desplegaron a conciencia su rock intimista, apasionado, donde la voz de Sheff parece irrumpir como un chorro arrancado de lo más hondo de una alma afligida. También tuvo momentos joviales e alegres hilvanados por su habilidad con la harmonía y los instrumentos de distinto cuño.