En su segundo álbum, los gallegos Igloo acometen con éxito la difícil tarea de asentar su identidad musical (rock con aristas, letras muy trabajadas y ramalazos bailables), a la vez que trazan un mapa virtual donde se describen varios elementos en transición: la materia, las relaciones personales y su propio devenir como grupo que tiene muchas cosas que decir. Benito Ferreiro, cantante de la formación, nos comenta diversos aspectos de este interesante disco.
Contadnos un poco de la historia del grupo. ¿Cuándo se forma Igloo, y qué pasos habéis seguido hasta ahora?
Igloo surge en 2004, cuando conozco a algunos de los ex miembros de Deluxe. Todos estudiábamos imagen y sonido en Vigo, vimos que teníamos ideas muy comunes y gustos musicales similares, y decidimos montar esta banda. Nos encerramos en el local de ensayo ese mismo verano, hasta que empezaron a salir temas que nos convencían, y decidimos grabarlos en nuestro estudio. De ahí salió la primera maqueta (#1) que unos meses después se completaría con siete temas más, en lo que sería nuestro primer disco.
Un año después editaríamos el E.P. Una luz de estío glacial, en el que experimentamos con la oscuridad de las guitarras y dejamos más aparcada nuestra influencia electrónica. En agosto del pasado año empezamos a concebir este nuevo trabajo. Grabamos una maqueta previa de 25 canciones, de las que descartamos la mitad para encerrarnos en el estudio. Finalmente montamos el puzzle musical que forma #2. La transición de fase, con 10 cortes.
¿Por qué ese título de #2. La transición de fase para este álbum? ¿Y por qué habéis incluido ese “#2” en él, que le da un aire tan frío y racional?
Como segundo largo que editamos, quisimos remarcarlo (realmente es el tercer trabajo si contamos el E.P.). También le da un carácter científico, algo que también nos gusta, pues el título es un pequeño homenaje a Eduard Punset, que en una entrevista explicaba los cambios de estado del líquido elemento (sólido, líquido y gaseoso), matizando que nunca perdía su identidad. Nos gustó mucho la idea, porque con este disco quisimos dar una vuelta de tuerca a nuestro sonido, pero sin cambiar nuestra esencia.
¿Qué música habéis tenido zumbando a vuestro alrededor a lo largo de los años, para que salga como resultado vuestro sonido, sea influencia directa o indirecta?
Hay un amplio abanico de bandas rondando en nuestras cabezas desde hace años. Seguramente si le preguntas individualmente a cada uno de nosotros te podríamos decir grupos completamente diferentes. Desde que montamos este proyecto hemos buscado tener un sonido propio, aunque es inevitable tener pinceladas de grupos que te influyen. En nuestro primer disco se nos comparó con bandas como New Order, Los Planetas, My Bloody Valentine... Con la oscuridad del posterior E.P. aparecieron otros grupos como Mogwai o Interpol entre las referencias comparativas.
Este nuevo trabajo también trae consigo algunas comparaciones, pero la verdad es que con un tercer álbum creo que podemos estar hablando de un sonido propio de Igloo, con una evolución propia. Aunque desde luego que no nos molesta que nos comparen con bandas que nos gustan, como las que te he mencionado, sí puntualizamos que no queremos que las comparaciones lleven a la gente a equívocos. Hay influencias de esos grupos, pero no imitación de su sonido.
¿Cómo llegasteis a decidir el tipo de sonido que ibais a desplegar? Por cierto, ¿cómo definiríais dicho sonido?
Igloo hace pop de guitarras estridentes con matices electrónicos, sostenidos por baterías y bajos muy contundentes que arropan a las melodías y letras expuestas. La idea del sonido de Igloo es ser honestos con el público y nosotros mismos, sobre todo en este último trabajo, en el que hemos grabado canciones que se pueden defender en nuestros directos.
¿Cómo funcionáis a la hora de componer? ¿Ha cambiado ese proceso desde que debutasteis?
Antes de grabar el primer largo decidimos montar una maqueta previa que nos aclaró mucho de cara a encerrarnos luego en el estudio. Esto se convirtió en una costumbre y lo hemos venido haciendo hasta ahora.
¿Cómo ha sido el proceso de componer y de grabar el álbum?
Para este disco grabamos 25 temas en nuestro estudio. Comenzamos a montar los temas en agosto del pasado año. De estos 25 temas, descartamos la mitad para grabar en un estudio de Vigo. Luego bajamos a Sevilla para grabar las voces de Adolfo Langa y Miguel Rivera. Tras la mezcla (de nuevo en Galicia), enviamos los temas a Alan Douches (productor de The Rapture y Radio 4) a Nueva York, donde se trabajó la masterización del disco. Entre la primera y la última sesión pasaron unos ocho meses. Nos apetecía mucho tomarnos nuestro tiempo para elegir, montar y mezclar los temas, como ocurrió en nuestro primer trabajo, y sin una fecha limite de entrega.
Vuestras letras están muy trabajadas, son bastante complejas. ¿Supone eso algún tipo de dificultad añadida?
Además de intentar trabajar lo más posible las letras (algunas llevan varias revisiones) buscamos que la música sirva también para remarcar el significado de ellas, por lo que es un trabajo a mayores que se hace en cada canción. De todas formas, y como es una dinámica que adoptamos desde el principio, ahora no veríamos nuestra forma de montar los temas de otra manera. Nos gusta que cada canción suene como un bloque en el que música, melodía y letra sean un todo.