A los pocos meses de la erupción del punk, el Reino Unido ve la consolidación de una flamante alternativa al rock decrépito. La new wave se presenta como un ofrecimiento lúdico que conecta con los sonidos de mediados de los años sesenta y en el que priman las canciones y la jovialidad. La gran pluralidad de ofertas gracias a la proliferación de los sellos independientes convirtió el final de los años setenta en una verdadera edad de oro del pop en todas sus facetas.
El 4 de junio de 1976, en una pequeña sala de conciertos de Manchester, se dieron cita una serie de amigos con sus respectivos grupos. Deberían de haber tocado en primer lugar los Buzzcocks, pero no estaban listos. Saltaron a escena cuatro muchachitos jóvenes, con rostro informal: pantalones rotos, pelo de punta engominado y descolocado, actitud provocativa y, sobre todo, mucha mordiente y rebeldía en sus letras. Se trataban de los, hasta el momento desconocidos, Sex Pistols.
Pocos fueron los allí presentes. Sólo 42 personas acudieron a la cita, de los que muchos eran amigos de los músicos como Ian Curtis y Peter Hook (Joy Division) el cantante y compositor Mick Hucknall (Simply Red), Derek Ryder (productor musical) y el periodista y propietario de la discográfica Factory Records, Toni Wilson (fallecido en 2007). A pesar de la escasez de público, este hecho fue histórico, ya que ese día nacía un nuevo estilo musical de la mano de un movimiento cultural y social, el punk y la New Wave (Nueva Ola).
Manchester, ciudad-mercado en la Edad Media, se convierte durante la Revolución Industrial en uno de los centros de producción y conflicto económico-social más significativos del siglo XIX. Durante el siglo XX consolidó su industria y en ella se fraguó el movimiento de las sufragistas. Área metropolitana y capital de la región del NO de Inglaterra, es uno de los enclaves básicos para conocer el pulso de estos tiempos.
A finales de los 80, la moda, el arte y la música consagraron a la ciudad como un fenómeno que llegaría a convertirse en un suceso reconocido a nivel mundial. Rave, acid house, clubes, warehouse parties, sacallydellia, fueron palabras, actos y energías que convulsionaron los cimientos, las personalidades y las actitudes. Nuevas maneras de concebir la música, la nocturnidad, el ocio, las relaciones, la vida convertían a Manchester y a sus hijos en protagonistas de este tiempo. Otros no llegaron a opinar lo mismo y hablan de este fenómeno llamado Madchester (haciendo juego de palabras Mad-loco) como un modelo exclusivamente inventado, una creación básicamente de los medios de comunicación. Marketing, en definitiva.
La Hacienda, la cuna de la Nueva Ola
Manchester hacía emerger grupos de rock y pop que producían y coqueteaban con la música de baile. Rock y baile fueron dos palabras coaligadas. El consumo de éxtasis formó parte del proceso. Clubes como La Hacienda, templo emblemático creado por Toni Wilson, y alguno más, se convirtieron en referencia obligada para el movimiento. Los adolescentes uniformaron estéticas del fenómeno. Manchester fue el distintivo para la música, los clubes, el mundo del espectáculo, las camisetas y el diseño que se popularizaron y fueron objeto de consumo masivo.
En cuanto a música, Manchester dio decenas de leyendas al abecedario pop de las últimas décadas. En la frontera de los años 80, preludio de la explosión de la escena Madchester, convivían las cenizas de Joy Division y su reconversión en New Order, con la aspereza visceral y agria de Mark E. Smith, The Fall o bandas menores como The Chamaleons, The Smiths o Simply Read , que colocan a Manchester como ciudad para el diccionario musical. Si hasta 1976 el antes y el después del rock estaba dividido por el Sgt. Peppers de los Beatles, desde la explosión colorista que supone el punk las cosas en la música tomarán un giro vertiginoso. Incluso para los enemigos del pensamiento punk, sus discos fueron el revulsivo ideal al dormido panorama del pop anglosajón. Las cosas a partir de entonces nunca volverían a ser las mismas.