A los pocos meses de la erupción del punk, el Reino Unido ve la consolidación de una flamante alternativa al rock decrépito. La new wave se presenta como un ofrecimiento lúdico que conecta con los sonidos de mediados de los años sesenta y en el que priman las canciones y la jovialidad. La gran pluralidad de ofertas gracias a la proliferación de los sellos independientes convirtió el final de los años setenta en una verdadera edad de oro del pop en todas sus facetas.
El primer hijo del punk es la New Wave, lujuria pop que explosiona en un cóctel apasionado de vitalidad y optimismo, combinado con lo que cada uno cree conveniente. A Ian Dury le gusta el funk, a Tom Robinson los comunicados de liberación gay, a los Dexy's Midnight Runners el soul y el folk, a Squeeze el beat. Así son las cosas era el título de un programa de Granada TV que presentaba Toni Wilson.
Cuando sólo tres personas controlaban la música que se debía escuchar en Inglaterra, Wilson cuenta en su programa de una televisión local con toda la música que se hace en esos momentos. Con la explosión de la New Wave hay un montón de grupos nuevos y Manchester se está quedando atrás, dice Wilson. Para poder ver y escuchar a esos grupos, Iggy Pop, The Jam, The Stranglers… Wilson, que está en aquella sala de Manchester con otras 41 personas, abre un local de música en directo. Cree que está ante un hecho histórico y Manchester se podía quedar atrás. "¿Cuánta gente asistió a la última cena? Sólo 12 y fue un hecho histórico", dice a sus amigos para animarlos. Por su local pasan los grupos de la Nueva Oleada y, entre ellos, Joy Division con el torturado universo de su vocalista Ian Curtis. Es la punta de lanza de una lírica encolerizada que se expresaba con suavidad, amablemente dolida, pero con la firmeza arrolladora del desprecio en la voz. No hay esperanza para Curtis, nacido en un suburbio obrero de Manchester en julio de 1956, cegado por la estética nazi, y que se suicida en mayo de 1980, tras ser abandonada por su compañera y tratar de relajarse -supuestamente para superar el mal trago de perder a la novia y a su hijo en un solo golpe- con la visión de una de las películas de Werner Herzog, la historia del soldado Stoszek, protagonizada por Klaus Kinski.
Wilson y Factory, imprescindibles
Alguna vez le preguntaron a Toni Wilson por qué uno de los grupos que actuaban en su local se llamaba Joy Division, como las mujeres capturadas por las SS con el propósito de crear niños perfectos y seguían la estética nazi, a lo que él contestaba con ironía que otro de sus grupos era Durruti Cullum. En todo caso, la muerte del líder de Joy Division coincide casi con la salida al mercado del segundo Lp del grupo, Closer, con una portada en la que vemos un mausoleo y una tumba, lo que propicia una publicidad suficiente como para colocar una música minoritaria junto a los aspirantes a ídolos de quinceañeras, paradojas de ese destino que tanto le intrigaba a Curtis.
Para olvidar el mazazo de Curtis, Wilson crea el sello Factory y abre un nuevo local que llega a ser el referente del momento en Manchester, La Hacienda. Joy Division, que sobrevive a la muerte de su cantante, es ahora New Order y con Blue Monday consigue que sea el single más vendido de la historia del rock. La música, el baile, las drogas…"Todos van a 'La Hacienda' y Manchester es como la Florencia del Renacimiento", afirma Wilson. Manchester es la cuna del ferrocarril, del ordenador, y también de los DJs. Ya no son la música o los creadores las estrellas, ahora es el DJ, el medio que hace llegar la música a los jóvenes. Es la era de la música dance y Manchester sigue siendo el centro del universo. Pero no es la primera vez que Inglaterra es el centro de atención o el primer foco de visión en cuanto a música se refiere. Ya sucedió algo parecido anteriormente con los Beatles en los primeros años de la década de los sesenta y poco después, con la llegada de los modds con The Who, The Kinks o Small Faces.