El mallorquín Luis Alberto Segura –el nombre de su banda corresponde a las iniciales de sus nombres de pila– ha logrado abrirse paso dentro del mundillo de la música independiente patria. Tras tres trabajos autoeditados en su pequeño sello Dreamville Records (Grey coloured melodies, BellFlower Blvd. y Welcome Halloween), que pasaron relativamente desapercibidos, el compositor acabó viendo cómo los principales sellos musicales del país se rifaban su talento.
Sucedió durante un concierto hábilmente planeado, y que tenía como finalidad dirigir la atención hacia el bombazo musical que supone L.A. sobre las tablas, algo sobradamente demostrado en los más importantes festivales españoles. Como resultado tenemos un trabajo publicado por Universal que no ha sufrido apenas cambios desde su concepción, todavía en terreno independiente.
Segura se encarga casi al completo de la facturación de las diez canciones aquí incluidas –voz, guitarras y batería–, pero en directo se sabe acompañar de antiguos miembros de otras formaciones mallorquinas (él mismo militó como baterista en Glycerine, The Nash y Valendas): ahí están Carlos Pilán (Sexy Sadie), Ángel Cubero (Vancouvers) Pep Mulet y Toni Alorda (Delikatessen). Todos juntos conforman un sonido contundente que sabe enfrentarse tanto a los momentos más delicados como a los más movidos de su repertorio.
Desde el primer segundo de la grabación sorprende lo poco que se parece Heavenly hell a cualquier otro álbum realizado en territorio español. La voz de Segura es deslumbrante, y se adapta perfectamente a cada canción: del ramalazo a lo Counting Crows de la inaugural Crystal clear a la calidez ensoñadora de Evening love). Sus letras cumplen con la papeleta, y para venir de la pluma de alguien que asegura no ser un gran letrista lo cierto es que resultan muy atractivas tras un par de escuchas.
En cuanto a la instrumentación, nos movemos en un terreno donde el sonido es cien por cien americano. La propuesta de L.A. es tan sólida que no haría falta recurrir a las comparaciones, pero para hacernos una idea digamos que en la batidora entrarían nombres como los Foo Fighters más melódicos, The Shins, los mentados Counting Crows, Fountains Of Wayne (Elizabeth), Nada Surf (The sweetest goodbye), y tantos otros grandes nombres clásicos del rock melódico que hayan podido servir de inspiración a los incluidos en esta lista.
No es de extrañar la brillantez de la producción, ya que –sin olvidar a Antoni Noguera, productor del disco– tras las mezclas tenemos a Nick Didia, mano derecha de Brendan O’Brien (Matthew Sweet, Pearl Jam, Stone Temple Pilots...). El resultado de todo este buen hacer se traduce en una decena de temazos incontestables que combinan el intimismo con la épica (valga como ejemplo la tremenda Stop the clocks), amparados en letras agridulces que dejan traslucir un obvio deje optimista y colorido. Heavenly hell es inmejorable pop-rock independiente del siglo XXI, y viene de la mano de un artista español como la copa de un pino.