Aún a pesar de su lejanía (seis meses), la décima edición del Primavera Sound mantiene su ritmo imparable de confirmaciones de gran cilindrada. Las últimas las de Orbital y Superchunk. Para apaciguar la tensa espera, los organizadores llevan años montando el Primavera Club, un festival menor en presupuesto, aforo y público, pero con una clara apuesta por la calidad ecléctica y arriesgada que caracteriza la programación de su hermano mayor.
El pasado miércoles 9 de diciembre empezó el Primavera Club, y lo hizo distribuyendo sus artistas entre Barcelona y Madrid. Algunos de ellos incluso repetiendo concierto en la misma ciudad, permitiendo de esta manera que el público pueda disfrutar de ellos sin preocuparse por los solapamientos.
Este evento musical repartido por locales de aforo medio o pequeño, se prolonga hasta el próximo 13 de diciembre. Entre medio se podrá gozar de los directos de Cass McCombs, Devendra Banhart and the grogs, Health, A place tu bury strangers, o los españoles Standstill y Sr. Chinarro, entre muchos otros. Una buena oportunidad para calentar el espíritu musical durante los fríos y oscuros días de invierno, mientras se espera con ilusión la llegada del Primavera Sound, que este año apunta muy alto.
Destacamos de las dos primeras jornadas de festival los directos de HEALTH y Soundtrack of our lives.
HEALTH es una banda surgida de la cantera The Smell, la famosa sala de conciertos de L.A.. Estos cuatro angelinos pilotaron su apisonadora de rock, noise, tribal y adornos electrónicos para gozo de todos los asistentes.
En otro plano, los suecos Soundtrack of our lives ofrecieron un único pero impagable concierto el jueves 10 en la sala Apolo. Ebbot Lundberg (con sus pintas de San Jose) y sus feligreses demostraron que el rock añejo de los 60's corre por cada uno de sus poros. Con reminiscencias a The Band, a la Credence Clearwater Revival,a Traffic o incluso a The Byrds, los suecos ofrecieron un intenso e incontenible directo. Con una guitarras furiosas, y el chorro de voz de Lundberg consiguieron agrietar las entrañas de los presentes. Un directo demoledor, que durante instantes, conseguía transportar a la audiencia a la época dorada del rock, período del que beben mucho, pero al que también saben añadir su propio sonido.