Las comparaciones son odiosas y tediosas pero, algunas son necesarias. Lady Gaga se ha empeñado en forjarse en base a polémicas y excentricidades y está provocando ser la primera en la lista de sucesores a la corona de la reina del pop que hoy día tiene nombre: Maddona. La “Ambición Rubia” tiene argumentos para temblar, pues la neoyorquina acaba de publicar The Fame Monster, es portada de los tabloides, los periodistas le persiguen allá por donde pisa y se ha convertido en una de las mejores artistas de la última década.
El carisma de un personaje público y mediático, la polémica de una auténtica diva que sabe que lo es y, como artista, un surtido variado que recoge los frutos de las mejores cosechas. The Fame Monster suena a música negra, potente, alegre, con mimbres de la superproducción digna norteamericana de la época.
Lady Gaga potencia su futuro con un maravilloso álbum digno de una cantante que se sabe más allá de una sola vocación. Se saca jugo de todo lo que puede pero, lo que más le gusta, es que se le compare directamente con Maddona. Eso no le pone nerviosa, si no que, como a los grandes en las citas importantes, la motiva más.
Salir manchada de sangre en una entrega de premios, llorar en actos públicos o marcharse de su propio concierto son sólo algunos de los maravillosos espectáculos que ha brindado en los últimos meses. Pero no, no se arrepiente de ellos. Sabe que para llegar a ser un icono, debe dar que hablar, provocar morbo y siempre estar en tela de juicio, como así hizo la Reina del Pop en su día. Y lo tiene todo, hasta la inmunidad sexual, donde en sus videoclips se despacha bien a gusto siempre.
En el segundo disco emplea todas sus armas de persuasión para captar la atención de los críticos musicales. Un comienzo demoledor con Bad Romance. Imposible comenzar mejor. Fondo trance mimadas con base R&B y un estribillo muy fácil de aprender es la suma perfecta para crear un auténtico punto de partido. Pero, no contenta con ello, se saca de la nada la que podría ser perfectamente la cara b de Isla Bonita. Alejandro empieza siendo una canción de aires indios para destripar los órganos del mítico single de Madonna.
El disco es una especie de homenaje a todos sus ídolos e influencias. Voz muy dispar en cada una de las pistas que encauza muy bien con las diferentes bases. En Monster hace un guiño a la primera Cindy Lauper, con distorsión en la voz, como si de un marciano se tratase.
Dance in the Dark es la más discotequera de todas, bajo una enorme superproducción que hace temblar los bajos del equipo de música. En Telephone crea un diálogo a modo de canción con Beyoncé, otra de sus verdaderas pasiones y con quien se echa un pique de grandes voces. La octava y tema que cierra el disco, Teeth, demsestra que no sólo es una jovencita rubia, mona, polémica en busca del liderazgo y la fama. Enseña su potente voz y más personal, así como ya hizo Cristina Aguilera en su día. Un talento innato que espera la consagración de la crítica con muchas expectativas. Y todas buenas.