Tras dos álbumes como Kradiaw (2005) y Kraj So Kóferot (2007), Maika Makovski nos entrega un disco homónimo donde la producción corre al cargo de John Parish, músico que suele venir asociado al nombre de la enorme PJ Harvey, una referencia inexcusable cuando hablamos de la artista cuyo disco protagoniza esta reseña.
Basta con escuchar los dos temas de apertura, la tensa Game of doses o la pantanosa Lava love, para percatarse de que esta mallorquina con sangre andaluza y macedonia –que ha vivido en Nueva York, y cuya base de operaciones está en Barcelona– bebe del libro de estilo de la creadora de Rid of me, reproduciendo algunos de los mejores momentos de la inglesa, pero sin pecar del mimetismo más descarado.
Así, a continuación llegan The deadly potion of passion y la juguetona Friends, que exploran otras sonoridades más tranquilas y melódicas, acabando de conformar la paleta de colores de esta artista. A partir de ahí se van alternando los diversos registros que hemos visto: de la aristas torturadas de Oh m ah se pasa a esa especia de blues que es Devil tricks para acabar recalando en la tranquilidad de Cars that went by, sólo para volver a empezar el ciclo cuando nos sumergimos en la crudeza de Ruled by Mars.
El tramo final del disco lo abre el suave medio tiempo The bastard and the tramp, sin dudas el corte más accesible y radiable de todo el conjunto. Después llega el breve pero contundente fogonazo de No blood, seguida en último lugar de la resultona docilidad de City life.
Cuando Maika Makovski quiere, sabe sonar tan visceral como la mentada PJ Harvey –o Patti Smith o Tori Amos, por aquello de no limitarnos siempre al mismo nombre–, pero hay que destacar su capacidad para elaborar otras canciones tan pausadas y aterciopeladas como las de Russian Red, Boat Beam y otras formaciones en la misma onda. Así pues, parece que esta artista –que empezó su viaje musical ganando el Festival de Pop Rock de Palma de Mallorca con tan sólo 15 años– domina buena parte del espectro de sonoridades, mostrando la suficiente variedad y solvencia como para crear un conjunto bastante complejo, pero ante todo tremendamente atractivo.