El presente disco supone el inicio de una nueva etapa en la carrera de una de las artistas gallegas de mayor proyección internacional. Si entre Tolemia (1999) –su debut con apenas 18 años– y Xilento (2001) sólo transcurrieron dos años, el tercer trabajo en solitario de Cristina Pato se ha hecho de rogar. En estos nueve años la gaitera y pianista ha establecido su residencia en Nueva York, además de llevar a cabo colaboraciones discográficas con Yo-Yo Ma o el Silk Road Ensemble.
The Galician Connection recoge todas las enseñanzas y la experimentación que Pato ha ido recopilando durante esta última década, plasmando su buen hacer en doce cortes que satisfarán a los amantes de la música tradicional con raíces gallegas, pero también a quienes gusten de la música clásica que se deja entrever en la formación de su creadora, que además de encargarse de los teclados ha asumido la labor de productora del álbum.
El disco, grabado entre Nueva York, Madrid, Galicia y Lisboa, cuenta con las colaboraciones de la voz de Rosa Cedrón (ex Luar na Lubre), el jazz-acordeón de Víctor Prieto Trio, la profunda voz de la mezzo canadiense Patrice Jegou, el violín de Javier Cedrón y su cuarteto de cuerda, el bouzouk de Carlos Beceiro y un largo etcétera de amigos y artistas de Pato, incluyendo a los miembros de su banda Laura Amado (voz) o David G. Outumuro (percusión).
Frente a la espontaneidad de sus trabajos anteriores, este álbum se ha elaborado de una forma más tranquila –aunque dejando espacio para cierta improvisación de tono jazzístico–, ayudando a transmitir una sensación de mayor introspección. La gaita y el piano comparten protagonismo y se reparten la labor de transportarnos, como por arte de magia, hacia las tierras gallegas que le han servido de inspiración.
Entre las composiciones instrumentales destaca la bossa nova con toques de jazz de Mundos celtas, que sirve de contrapunto a otros más descriptivos y tranquilos como Caronte o Lamento. En lo que a los temas cantados respecta, Pato acude a tres poemas de Rosalía de Castro, otro de Álvaro Cunqueiro, así como a un texto de Truman Capote (A sleepin’ bee), apoyándose en los distintos vocalistas antes mencionados para dotar de profundidad a cada una de las letras y melodías, en las cuales suele predominar el tono melancólico.
Estamos, por tanto, ante 52 minutos que son un excelente compendio del talento de esta artista, que ha logrado con éxito aunar el sonido tradicional de su tierra natal con otro tipo de ritmos más modernos, dando como resultado un atractivo cuadro musical que nos arrastrará irremediablemente hasta el norte de la Península Ibérica.