Quien diga que sólo artistas como Rihanna o Shakira pueden llenar estadios tanto en América como en Europa, se confunde. Al recital de Metallica y Motorhead asistieron las mismas personas, en torno a las 80 mil, con una música distinta, indumentaria diferente y fines diversos. Y todo eso, no en un fin de semana, si no un lunes, sin víspera de festivo. En eso, el público heavy tiene territorio ganado al resto de gentes: la fidelidad.
Muchos llevaban días haciendo la ya clásica broma entre los asistentes al Rock in Rio con un juego de palabras un tanto humorístico: “Pachanga en Arganda”, en relación al título del festival. Una manera irónica de hacerse notar los rockeros en la primera tanda del evento, en la que los protagonistas fueron Rihanna, Shakira o Miley Cyrus, entre otros artistas.
Pero el segundo día de la segunda tanda de conciertos del Rock in Rio dejó de espaldas todo ese reinado del sarcasmo entre sus seguidores para recibir con los brazos abiertos a los mitos del rock y heavy de verdad. Metallica apareció sobre el escenario principal y la gente se volvió, literalmente, loca.
En este sitio, sería bastante factible encontrar a Wally, pues su atuendo rojiblanco se haría más pronunciable entre tantas camisetas negras y pelos largos. Pocos, por no decir nadie, asistieron a ver a la banda liderada por James Hetfield con toda la parafernalia que mueve a los heavies: melenas, pulseras, camisetas de sus ídolos y móviles para captar cada uno de los movimientos del cuarteto.
Para ser el único concierto que iban a ofrecer este año en España, los norteamericanos despacharon a gusto a sus incondicionales con un menú repleto de éxitos. Del Kill m All, Master of Puppets, And Justice for All y Black Album tocaron sus temas más preciados. Sanatarium, One, Nothing Else Matters o Seek and destroy fueron los clásicos que sonaron en Rock in Rio. Al final de su recital musical, la formación envió decenas de púas, baquetas y besos a las más de 80 mil personas que se congregaron.
El preludio no podía ser mejor a la fiesta del heavy. El punk-heavy hardcore de Motorhead derribó el muro de la ventosa que amenazaba los conciertos. Lemmy y los suyos son el prototipo pluscuamperfecto de cómo ha de vestirse un yankee heavy: camiseta negra descubierta por la mitad, pantalones de pitillo vaqueros, pendientes, tatuajes, barba descuidada y gorro cowboy. Su voz sigue igual de tomada que cuando comenzó a grabar sus primeros discos, pero sigue cosechando los mismo éxtidos en sus espectáculos en vivo. Seguramente, bandas como Sober o Barón Rojo, que tocaron previamente a los londinenses, crecieron musicalmente hablando con Lemmy y su formación.
RATM, a la altura de su mito
El viernes 11 cumplió con todas las expectativas depositadas en los grupos de ese día. Rage Against The Machine evidenció que el rap-metal que ellos mismos inventaron dejó de existir cuando ellos se disolvieron hace años. Fue, con permiso de Metallica, el mejor concierto de todo el Rock in rio 2010. Killing in the name, Testify, Guerrilla Radio o Boomtrack fueron algunos clásicos del repertorio que tocaron y que convirtieron a los RATM en mito contemporáneo, de la mano de un sofísticado bajista, un cumplidor batería, un virtuoso Tom Morello que revolucionó la música con sus punteos anárquicos y un entrañable Zack de la Rocha. Un conciertazo a todas luces cargado de energía, movimiento, nostalgia y rock.
Con todo, Janes Addiction hizo disfrutar a los menos jóvenes con su rock que tan popular les hizo a Dave Navarro y los suyos. Precisamente el guitarrista, firmó el mejor disco hasta la fecha de los Red Hot Chilipeppers, Red Blood Sugar Sex. Luego le dio a la historia del rock un disco para el recuerdo, Ritual de lo Habitual, del cual tocaron varios temas que marcaron a los seguidores.
Todo lo contrario que Cypress Hill, que algunos lo vieron como un fraude, pues su concierto no llegó a más de una hora. Aún así, el concierto fue breve pero intenso. Con los chicanos hablando en español y animando al respetable con todo tipo de ‘guarradas’.
En el apartado electrónico, DJ Tiesto fue de más a menos. Una sesión que comenzó con amagos de Passion Pit, Justice e, incluso, sonidos muy del tipo Alexander Kowalski, pero que luego se consagró como el mejor DJ del ‘pachangueo’ discotequero. Todo lo contrario que Boys Noize. El alemán de 25 años convocó a los resacosos de los heavies, pero les hizo bailar tanto como a cualquier gruppie con sus sonidos más eléctricos y desorbitados. Una magnífica manera de cerrar la ‘Ciudad del Rock’ por este 2010.