Un año después de su paso por los escenarios de Barcelona y Madrid, Metallica pisaba de nuevo una ciudad española para ofrecer su espectáculo de sonido, luz y fuegos artificiales. En esta ocasión, la localidad elegida fue Zaragoza, única parada de los norteamericanos en nuestro país en el marco de una extensa gira europea. Este hecho provocó el desplazamiento de cientos de autobuses y coches particulares en procesión hacia el estadio de La Romareda.
En definitiva, 32.000 seguidores de los sonidos más contundentes esperaban con ansiedad y emoción la aparición en el escenario de Robert Trujillo (bajo), Kirk Hammet (guitarra), Lars Ulrich (batería) y James Hetfield (guitarra y voces). Sin embargo, la fiesta empezaba mucho antes, con las actuaciones de los galeses Lostprophets y Slipknot, los locos enmascarados de Iowa. Ambas formaciones caldearon el ambiente, pero tuvieron que luchar contra un sonido adverso.
Con unos minutos de retraso, y prologados por el ya tradicional “Ecstasy of Gold” de Ennio Morricone y las imágenes de “El bueno, el feo y el malo”, Metallica apareció en escena golpeando con la fuerza y la velocidad de “Blackened”. El único recuerdo a la trilogía “maldita” (Load, Reload y Garage Inc.) llegó con “Fuel”, un tema que puso el escenario al rojo vivo gracias a los fuegos artificiales. Con “Sad But True” empezaban las referencias al álbum negro, el lanzamiento que les hizo traspasar las fronteras del heavy metal, y del cual se han vendido más de siete millones de copias en todo el mundo. La banda supo combinar el descomunal legado de su pasado, “Welcome Home (Sanitarium)”, pero dejando claro que continúan en forma cuando sonaron los dos primeros singles de su último disco, “Frantic” y “St. Anger”. Antes del primer descanso recuperaron “Creeping Death”, “Fade to Black” y “Battery”, un trío de canciones para agitar las melenas, aunque no hubiera muchas (Ulrich y Hetfield cortaron sus pelambreras hace ya años), y para el lucimiento de Hammet.
Tras una pequeña pausa, el público tuvo la ocasión de sumirse en el éxtasis colectivo. Convocados por la guitarra de Hetfield al son de “Nothing Else Matters”, Metallica disparó con precisión “Master Of Puppets”, “One” y “Enter Sandman”, con gran profusión de efectos visuales y explosiones. Después de dos horas algunos auguraban el final del viaje. Sin embargo, y ante la insistencia de una audiencia totalmente entregada, los cuatro jinetes machacaron al personal con “Dyers Eve” y un bestial “Seek And Destroy”, la única canción extraída de su primer lanzamiento, “Kill ‘Em All”, editado en 1983.
Antes de la retirada definitiva, los cuatro músicos agradecieron la entrega y el apoyo de todos los presentes. En ese momento, como durante todo el concierto, la comunión entre Metallica y el público era absoluta.