Cuando han transcurrido diez años desde que iniciara su andadura musical, el dúo formado por Profesor Manso y Mister Furia edita su cuarto disco de estudio, tras Wild animals (2008) y aquel álbum repleto de remixes y colaboraciones que fue More colours! (2007). Reconocidos ampliamente a nivel internacional en Europa, Estados Unidos o Japón, tanto por sus grabaciones como por sus conciertos, estos dos barceloneses han convertido Modular en un conjunto ecléctico y rebosante de vida, que va saltando del castellano al inglés sin solución de continuidad, y donde caben todo tipo de temáticas.
El grupo no ha renunciado a sus señas de identidad, llenando el álbum de sintetizadores que invitan al baile, mirando a la década de los 80 pero sin renunciar a integrarse dentro de la escena musical actual. En lo lírico hay algunos textos muy breves, que no pasan del mero mantra: en Invisible nos machacan toda la canción con una frase como Quiero ser invisible para hacerte la vida imposible, y tres cuartos de lo mismo sucede en Invaders, donde además se escucha una armónica que le da un toque de western.
En el lado opuesto, la mayoría de las letras están muy trabajadas. Destaquemos, por ejemplo, la oda al reciclaje musical que es Sampléame (Sampléame, y en la pista arrasarás / Yo te presto a ti, como me prestan los demás), juguetona como el Beck más trotón y tropical. También agrada Tokyo, cantada en inglés, y que además del obvio homenaje al país del sol naciente se convierte en un temazo contundente, claramente digno de ser coreado en los conciertos del grupo.
Siguiendo con el contenido de sus letras, Polos opuestos sirve, con la excusas de retratar dos personalidades bien distintas, para hacer referencias de rabiosa actualidad a videoconsolas, series de televisión y redes sociales. Sabiduría popular se basa en multitud de refranes y dichos populares para sumergirnos en un rapeado cercano a Delafé y las Flores Azules. También hay espacio para jugar con expresiones que incluyen cifras en Un día sin números, y una sentida loa a la Game Boy y los juegos de 8 bits en Game Boy music, cuyos teclados nos retrotraen a la ya mencionada década de los años 80.
Del resto, destacar también la colorida Estirado al sol, muy propia para estos días de playa, y la bonita balada Friends, que pone punto y final a estos 45 minutos que poco desperdicio tienen, ya que incluso los breves pasajes instrumentales están muy cuidados (destaquemos Pinkerland vibes, con claro aroma oriental). Entre lo poco negativo, tal vez sería deseable alguna voz solista que demostrara una mayor personalidad en algunos pasajes –a uno le viene a la mente el carismático Guille Mostaza (Ellos)– que quedan algo deslucidos y faltos de chispa.