La presente edición del San Miguel Primavera Club en Barcelona y Madrid se ponía en marcha el pasado jueves 6 DE DICIEMBRE con un extraña sensación en el ambiente y rumores sobre la posibilidad de que se tratara de la última en el Estado. Comentarios de los organizadores en algunos medios y también en las redes sociales detonaban cierto agotamiento por los continuos y crecientes problemas y contratiempos que ha afrontado el festival en particular y el mundo de la cultura y la música en directo en general, durante las últimas semanas. Los peores augurios se cumplieron la mañana del domingo cuando se dio a conocer que la próxima edición del Primavera Club se celebrará únicamente en Francia y Portugal.
Pese a la catastrófica subida del IVA, que está alejando al público de las salas y dificulta la contratación de los artistas, la cancelación de la gira de Cat Power, el inesperado cierre provisional de la Sala Apolo, el rechazo de la licencia del Mercat de les Flors por el Ayuntamiento de Barcelona que obligó a la organización a un trabajo heroico de reubicación de las actuaciones y la estocada final por parte del consistorio de Madrid que redujo drásticamente el aforo de la Sala Matadero de 800 a 100 personas a menos de 48 horas del inicio del festival, el Primavera Club se presentaba con más que digno cartel, combinando, una vez más, formaciones consagradas para un público más amplio y nuevos grupos emergentes de la escena nacional e internacional.
La particularidad de un acontecimiento de este formato, a diferencia de los grandes festivales en grandes recintos, es la reducción del margen de improvisación por parte del público. Con una hoja de ruta marcada por la distancia entre salas, la atención de FanDigial durante estos tres días se centró en el Sant Jordi Club de Barcelona. Una apuesta (casi) sobre seguro, ya que por el anexo de la instalación olímpica pasaban, entre otros, los platos fuertes del cartel: Swans, Los Planetas y todo su séquito, The Vaccines y una debilidad personal, Toy.
Jueves 6
Inaugurado el festival con los showcases en Sidecar y las primeras actuaciones en el teatro Artèria Paral·lel, con gran resultado, Swans hicieron temblar literalmente las paredes del Sant Jordi Club durante más de dos horas, previo calentamiento a cargo del inclasificable Sir Richard Bishop. La banda liderad por Michael Gira fue la protagonista de un curioso experimento de observación sociológica en un público variopinto compuesto por moderno-pijas desconcertadas, mucho curioso y también cierta pose de esnobismo impostado. Musicalmente hablando, y aparcando gustos personales, el directo de los neoyorquinos no tiene referente y parangón a día de hoy. Alejado de cualquier rastro de la ortodoxia que todavía se puede encontrar en el reciente The Sheers o en My Father Will Guide Me Up A Rope To The Sky, el trabajo que puso fin a catorce años de silencio discográfico, el sexteto protagoniza sobre el escenario una verdadera deconstrucción del concepto canción. “Esto no es una reunión. No es un estúpido acto de nostalgia. No es una repetición del pasado”, clamaba el propio Gira ante la prensa un par de años atrás una vez anunciada la reunión de la banda. Nada más lejos de la realidad. Su sonido salvaje, puro ruido y furia, no tendría contemplaciones a la hora de arrasar con cualquier paraje, aún desolado con anterioridad. Es un auténtico huracán eléctrico. Un Sandy en el rock underground de vanguardia.
Algo nauseabundo, con algún que otro sentido alterado y sufriendo por el estado de mis tímpanos -no hubieran estado mal unos tapones como aquellos que se la organización entregó años atrás en el paso de My Bloody Valentine por el Fòrum de Barcelona, en un ejercicio más de marketing que de practicidad- llegaba la hora de The Soft Moon. ¿Última revelación británica del revival post-punk que se prolonga ya durante más de una década? En parte, sí. En parte, no. No provienen del Reino Unido, sino de San Francisco, y su sonido revivalista asentado sobre las bases más tensas del post-punk de Bauhaus y con adoración profesa por los trazos del bajo de Peter Hook, sedujo por los aires de renovación de una ambientación pop de trasfondo inquietante.