Tras la producción del último y venerable disco de los Arctic Monkeys, Humbug, el polifacético Josh Homme se puso a trabajar en conjunto con su grupo. De nuevo dispuesto a proyectar todo su talento en el estudio, junto a los demás integrantes, y el resultado es a lo que nos enfrentamos: un trabajo que sigue siendo honorable, respetuoso, ejemplar, productivo e impecable.
Homme, conversor de música en la idiosincrasia del ruido, es capaz de, con mucho acierto y habilidad, transformar el sonido más vulgar y sucio, en algo apto para los oídos más esquisitos. Como si te regalaran consumiciones en una discoteca de mucho glamour cuando vas en chándal.
El stoner fue, junto al garage-hard rock, lo que siempre le atrajo al cantante, compositor y guitarrista de la banda norteamericana. Impulsor de nuevos talentos de forma inconsciente (Monter Magnet, Fu Manchu, Cluth, Danzig o Nebula) tras la aparición en un nuevo movimiento surgido en la década de los 90 junto a su primera formación, Kyuss.
Es un talento innato, aún en potencia, porque puede ir a más. Con este disco una vez más no puede ponerse en duda. Regaló al nuevo milenio, donde todo parecía inventado, dos obras de arte que se podrían elevar a la altura de las grandes hitos: Rated R y Songs for the Dead. Dotó de un nuevo sentido orientativo a una de las revelaciones de la última década del rock indie, Arctic Mokeys, bajo su producción. Y, en el nuevo decenio, le ocupa éste disco y una colaboración en la memorable confabulación Them Crooked Cultures.