Comienza a sonar Shelter song y el oyente queda descolocado. Lo primero que acude a nuestra mente es la sensación de estar escuchando un disco de hace cuarenta años, tal vez de The Byrds. Luego leemos la hoja de prensa y descubrimos que Temples llevan activos únicamente desde el verano de 2012, pese a lo que su sonido sugiere. Ya impregnados del olor a incienso del mentado tema –que les sirvió de carta de presentación al mundo, vía internet, y que además ha sido elegido como primer single– nos dejamos llevar por los sitares y los ritmos kraut de Sun structures (la canción), que hace que acudan a nuestra mente también los nombres de Kasabian, The Stone Roses o MGMT.
Si algo está claro es que Tom Warmsley y James Bagshaw siente predilección por la psicodelia de las décadas de los 60 y 70, y que saben utilizar un buen número de recursos de aquella para ir creando su discurso: toques orientales, una iconografía relacionada con los estados mentales alterados y el misticismo... Parece que la jugada les ha salido redonda a nivel de repercusión mediático, ya que se han convertido en uno de esos hypes a los que tan acostumbrados nos tiene la prensa musical británica y nombres tan destacados como Johnny Marr, Suede o Noel Gallagher se han declarado fans de la banda.
El cuarteto de Northamptonshire ha grabado estas doce canciones de forma modesta, en la casa que su cantante tiene en el pueblo de Kettering. De todos modos, resulta difícil notar la falta de medios o de experiencia de los miembros del grupo, ya que su propuesta llega con firmeza a nuestros oídos, y casi podríamos definir esta actualización de sonidos añejos –donde cabe el glam, el folk rock, la psicodelia o la Motown– como de un certero ejercicio retrofuturista.
Con las sucesivas escuchas van resaltando los temas más destacados del conjunto: los brillantes estribillos de Mesmerise o The golden throne –con un toque soul en la melodía digno de Amy Winehouse–, la ensoñación de Keep in the dark, la placidez de Move with the season, el sentido homenaje a The Zombies en The guesser, o a los Beatles de Tomorrow never knows en Test of time. En definitiva, un bloque sólido que nos sumerge en épocas pretéritas a la vez que sabe inscribirse en un presente más que brillante para este joven grupo.