Desde hace años forma un tándem artístico con su mujer Kathleen Brennan, de forma que, aunque el producto final de sus discos esté presentado bajo su nombre, tiene que ser considerado el resultado de un trabajo en equipo.
Y Real Gone es otra joya waitsiana. Por primera vez sin la compañía de su inseparable piano, Waits ha creado una obra tan fascinante como áspera. No es fácil acostumbrarse a su cadencia; suena, por así decirlo, a gastado, a viejo, a disco de vinilo pasado demasiadas veces. Nos sentimos perplejos tras la primera escucha. En Top of the Hill escuchamos una desconcertante mezcla de scratching, bajos y percusión; la voz de Tom suena lejana y profunda. Sin tiempo para pensar somos arrastrados a Hoist That Rag, con una percusión machacona y con la voz de Tom forzando sus registros. Y poco a poco nuestros motores se van calentando y empezamos a entender de qué va todo esto. Su base rítmica es sencillamente genial, recordándonos al mejor Bone Machine o Mule Variations, sólo que ahora dicha base rítmica es creada por su voz y sus modulaciones en lo que podríamos llamar “una caja de ritmos humana”. La guitarra de Mark Ribbot nos deja extasiados -lamentamos su ausencia en Alice y Blood Money- y la percusión corre a cargo del hijo de Waits, Casey Waits, una agradable sorpresa. Sins of My Father es una canción mucho mas melódica con ritmos remiciscentes del reggae que explora los temas propios del autor y en la que se pregunta si hay esperanza para el mundo, si los hijos están condenados a cargar con los pecados de sus mayores.