Muchos músicos de rock desearían tener la agenda telefónica de Derek Sherinian. El tipo, cada vez que emprende un nuevo proyecto dentro de su carrera en solitario (lo de solitario habría que analizarlo bien) reúne a una considerable cantidad de artistas de renombre internacional.
Cómo se lo monta es su secreto, lo cierto es que leer la lisa de invitados de Mythology, su álbum más reciente, da verdadero vértigo: Zakk Wylde, Steve Stevens, Allan Holdsworth, John Sykes y Steve Lukather (guitarristas); Tony Franklin, Marco Mendoza y Rufus Philpot (bajistas); Simon Phillips y Brian Tichy (baterías), el último también colabora en guitarras, y Jerry Goodman (violín). Con tan ilustres músicos es obvio que la calidad está asegurada.
Sherinian, ex Dream Theater y colaborador en proyectos mil, a pesar de ser un teclista de cualidades indiscutibles, no suele abusar de su habilidad. Al contrario, Mythology está más orientado hacia el sonido de las guitarras, mientras que los teclados actúan como unión del resto de instrumentos, reservándose el protagonismo para momentos puntuales.
El comienzo, Day Of The Dead, es un andanada de energía repartida entre Holdsworth, Wylde y Sherinian. Guitarras y teclados se funden en una atmósfera que oscila entre la agilidad sinfónica y la crudeza del heavy.
Steve Stevens, el hombre que llevó a la fama a Billy Idol, aporta sus aptitudes en Alpha Burst y A view For The Sky, cortes con mucho feeling y cuya ejecución está inspirada en el virtuosismo de Jeff Beck.
John Sykes aporta dinamismo en God Of War, otro de los temas más intensos, junto a Trojan Horse, donde Jerry Goodman acapara toda la atención con unos enérgicos violines que recuerdan al Jean Luc Ponty de los mejores momentos.
One Way For The Other, es otro de los temas más rítmicos del álbum, con parámetros heavys y algunos efectos guitarreros estilo Eddie Van Halen, conseguidos por Brian Tichy.
Los aportes más calmados se proyectan a través de Goin To Church y El Flamingo Suave, la primera con influencias de flamenco.
The River Song, además de ser la primera composición con vocales en la discografía en solitario de Sherinian, constituye un brillante epílogo, con una densa atmósfera heavy en la que Zakk Wylde expone su creatividad al completo con un intrincado solo y una voz muy sureña. El teclista, apoya la instrumentación con maestría.
En general, el álbum es un trabajo compensado, con unas características muy diversas, propias de la variedad de músicos que intervienen. Mantiene un equilibrio rítmico que lo hace excitante y con ganas de una continuación.