No es precisamente que Interpol fueran un grupo excesivamente prolífico –apenas cuatro álbumes entre 2002 y 2010–, pero los casi cinco años que ya habían transcurrido desde el homónimo Interpol, así como las noticias del abandono del bajista Carlos Dengler, nos hacían temer lo peor al respecto del futuro de los neoyorquinos. Sin embargo, basta con escuchar la inicial All the rage back home para que aquellos que en su día aplaudieron los primeros trabajos de la banda recuperen el entusiasmo: tras un primer minuto pausado nos vemos sacudidos por un trallazo de single que nos recuerda lo buenos que eran –y lo mal que han evolucionado– formaciones como Editors, que siempre han bebido de los muchachos que aquí nos ocupan.
Podemos apreciar a lo largo de estos diez cortes que al grupo le ha sentado muy bien el descanso de dos años y medio que se tomaron tras la gira de su anterior trabajo –incluso con sus miembros viviendo en ciudades distintas–, y que obviamente les ha reportado nuevas energías para encarar este proyecto. El cantante Paul Banks ha asumido las tareas de bajista, cumpliendo sobradamente. El guitarrista y compositor Daniel Kessler sigue rindiendo a un nivel envidiable, y ahí sigue también Sam Fogarino a la batería. El trío ha preferido que las canciones se fueran construyendo poco a poco, fluyendo con naturalidad, y el resultado final es apabullante.
En lo temático se aprecian algunos apuntes que dejan entrever los tiempos difíciles que Interpol ha vivido durante el último lustro, con la continuidad del grupo en entredicho, aunque en el otro lado de la balanza hay unos cuantos destellos de esperanza para afrontar un futuro cercano que de momento apunta excelente maneras. Siguiendo con lo que vamos a encontrar en el disco, My desire supone un bajón relativo tras el prometedor arranque: se toma su tiempo para calar en el oyente, como tantos temas precedentes de la banda. Después el inicio de Anywhere nos recuerda a la archiconocida Evil para luego mostrar un interesante fraseo de guitarras. La pausada Same town, new story introduce un sonido distinto en la banda, tanto en voces como en coros, aunque es pronto para decir si se trata de una nueva dirección a seguir o un mero desvío provisional.
A partir de ahí hay sensaciones de todo tipo, todas positivas: principios lentos que se van animando y vienen acompañados de Banks cantando en falsete (la breve My blue supreme), futuros singles (Everything is wrong), recuerdos de los primeros tiempos del trío (Breaker 1), tonadas que sonarán genial en un gran estadio (Ancient ways)… La sensación que queda es de estar ante un grupo que ha recargado las pilas a tope, y que viene dispuesto a entregarnos lo mejor de sí mismos, aprovechando lo que les ha funcionado siempre pero tratando de ir innovando levemente dentro de su estilo. Da gusto escuchar discos así, máxime si tenías la impresión de que Interpol no iban a poder ofrecer algo a la altura de sus primeros discos.