Para organizar un festival de música se deben ofrecer, fundamentalmente, dos cosas: un buen cartel formado por artistas con tirón entre el público y unas infraestructuras (baños, duchas, zona de acampada, etc.) adecuadas.
En un primer momento, parecía que Festimad Sur reunía todos estos requisitos. Nombres que arrastran a miles de personas (Slayer, Marilyn Manson, Incubus, la primera visita a España de System Of A Down) y un denominado parque de La Cantueña en Fuenlabrada (Madrid), donde los asistentes esperaban encontrar “verdes praderas” y “una adecuada distribución de espacios sombreados donde acampar y cobijarse del sol”, tal y como se podía leer en la página oficial del festival.
Se debe reconocer que los organizadores lo tenían difícil este año: la negativa del ayuntamiento de Móstoles a ceder el tradicional espacio de El Soto implicaba buscar un nuevo emplazamiento. Lo encontraron gracias a la ayuda de diversos consistorios de la zona sur de Madrid, interesados en evitar la desaparición de esta cita musical. Sin embargo, el resultado parece indicar que pensaron más en sus intereses que en el bienestar de miles de personas que visitaron el campo yermo de La Cantueña.
Cualquiera que se diera una vuelta por aquellos parajes podía escuchar las quejas: escasez de duchas, donde se formaban colas de más de una hora, presencia de pocos surtidores de agua e insuficientes servicios, vegetación casi inexistente, etc. Todo ello, sumado al calor y al viento, llevó a la gente a bautizar aquel espacio como “el valle del infierno”. Conocer todos estos elementos hará más fácil explicar y entender qué pasó durante la noche del sábado.
Pero Festimad Sur empezaba el viernes, día de llegada, aclimatación y conocimiento del medio que debían compartir cerca de 25.000 personas. Un lugar situado junto a un polígono industrial cuyas calles se convirtieron en el parking prometido, inmediatamente saturado.
La zona de conciertos era una amplia explanada de tierra, que fue levantando polvo al ritmo que marcaban 50.000 piernas y un fuerte viento. Los dos escenarios principales, Heineken y Aygolive.net fueron instalados pegados, alternando las actuaciones, evitando así los desplazamientos y que el público se perdiera los conciertos de los artistas principales. Un tercer espacio era la Carpa, totalmente cubierto, cuyo ambiente se volvió irrespirable por el calor y el polvo acumulado. También se instalaron dos grandes estructuras cubiertas, que proporcionaron sombra y un lugar de descanso ante un público castigado por las condiciones del ambiente, pero deseoso de disfrutar de una magnífica oferta musical.
Ésa es la desgracia: los fallos de organización, las condiciones climatológicas y los penosos incidentes provocados por una minoría, empañaron un festival donde los conciertos, con algunas excepciones, alcanzaron un altísimo nivel.