A River Ain't Too Much To Love parece desmarcarse de los anteriores álbumes de Smog a base de cierta dosis de un inusual optimismo, más obvio en sus letras que en las melodías. La voz de Bill Callahan, cercana e hipnotizante como la de Johnny Cash, y los repetitivos (y envolventes) acordes de su guitarra poco espacio dejan para la indiferencia. Callahan viene a ser el Leonard Cohen del Folk, y parece haber encontrado la calma en el silencio de la vida rural ("Is there anything as still as sleeping horses? / Is there anything as still as sleeping horses?") mientras Cohen lo encontró en el Tibet. "Say Valley Maker", la segunda canción el disco, habla sobre la posibilidad de volver a nacer, e invita a olvidar lo que nos rodea. Y de hecho, cantado por Callahan, parece que sea posible.

No obstante, Smog no deja de lado ni a sus odas a la juventud ni a la eterna melancolía del pasado, temas que hicieron de su álbum “Knock Knock” (1999) todo un hito en la música de los finales de los noventa. De hecho, “Cold Blooded Old Times” aparece en la banda sonora de Alta Fidelidad, película de culto para aquellos que hacen de la música el hilo narrativo de su vida sentimental (lástima que tras ver el Making Off de la película me diera cuenta de que a Stephen Frears poco le interesaba la música). Las canciones de A River Ain't Too Much To Love siguen teniendo la fuerza suficiente como para poner la piel de gallina, especialmente con temas como “Rock Bottom Riser", a la altura de la perfecta “Teenage Spaceship” de “Knock Knock”; se trata de una canción que habla de sentimientos desnudos y, al fin y al cabo, de redención: "I love my mother / I love my father / I love my sisters too / I bought my guitar / To plead my love / To pledge my love to you.”

A River Ain't Too Much To Love es una recopilación de canciones que acompañan al silencio y redimen a la soledad. La música de Smog , como la de Lambchop, depende de la capacidad del oyente para captar su perfecta quietud.