Los analistas políticos del momento pontifican desde sus tertulias: el ambiente está muy crispado, la situación es casi crítica, hay un gran malestar… Se desconoce si Daniel Arias (voz, bajo y teclados), Israel Pachón (guitarra y sintetizadores) y Borja Burón (batería) quieren hacer oposiciones a una plaza de vocero radiofónico, pero como miembros de Zoo firman un potente alegato de queja en “Música del descontento”.
En pie y en posición de ataque, así se muestran durante el tema inicial que da título al álbum y así se mantienen a lo largo de los casi cuarenta minutos que dura este disco de debut. Sus quejas y lamentos se desenvuelven perfectamente entre el sonido de una guitarra desgarrada, en ocasiones agresiva, líneas de bajo casi espaciales y el ritmo perfectamente marcado de la batería. Y, a pesar de la aparente sencillez de una propuesta de rock contundente, también se deja espacio para el uso de teclados y artilugios tecnológicos varios (el vocoder de “Hombres de papel”) y así poder dar el toque particular a cada una de las composiciones.
De esta forma, con la creación de una atmósfera instrumental especial, como sucede en “Perdido en la espiral“ o “Sueños de androide“, empiezan a fluir los sentimientos de desagrado, hastío y rabia. Dirigiendo sus arengas contra unos enemigos desconocidos, como “el rey del mundo gris” (en “Esa parte del mundo“), reconocen que “todavía nos hacen temblar” aunque no por eso haya que rendirse o mantener los ojos cerrados. Quedarse dormidos sólo sirve para que nuestras casas sean transformadas “en otra Estatua de la Libertad”.
En ocasiones, y como si se tratara de la otra cara de una misma moneda, la alienación colectiva se transforma en angustia personal. “Quieres jugar a que nadie te puede ayudar” se puede escuchar en la casi psicodélica “En el espejo”, y que, con “Mi habitación se ríe de mí” y “Hombres de papel”, conforman un remanso de paz entre tanta contundencia. Junto a ellas, la casi final “Nuevas formas” suena como un cañonazo certero para hacer caer, definitivamente, las puertas del vacío y la indiferencia.