Cuenta la leyenda, que el joven Robert Johnson vendió su alma al diablo a cambio de tocar blues mejor que ninguna otra persona sobre la faz de la tierra. Ya sea por magia o por haber seguido los pasos del bluesman, lo cierto es que los Rolling Stones nos presentan un nuevo trabajo discográfico: “A bigger bang”, el décimo noveno álbum de estudio en la carrera de estos sexagenarios ingleses.

Si con anteriores trabajos, “Bridges to Babylon” es un buen ejemplo, la banda había desarrollado su característico espíritu de búsqueda de nuevos sonidos, en éste prima una vuelta a las raíces, tanto en la composición, centrada única y exclusivamente en la inspiración de la pareja Jagger-Richards, como en unos temas que conjugan los elementos que han convertido a los Stones en el mejor y más longevo grupo de rock and roll.

De esta manera, tras esperar a que Charlie Watts superara un difícil proceso de quimioterapia, los “toxic twins” han vuelto a juntarse para parir el álbum más largo desde el “Exile on main Street”. El resultado parece extraído de las sesiones de grabación de “Sticky Fingers” o “Let it Bleed”, resultando 16 canciones en las que la banda ha mezclado un poquito de country, el mejor blues al estilo Muddy Waters, rock y unas gotitas de funky, obteniendo un disco variado y extenso.

Como si de un carrusel se tratara, “A bigger bang” nos transporta de la potencia hardrockera de “Won’t take long” a la delicadeza de “Streets of love”, del inmenso riff de “Dangerous beauty” al groove funky de “Sweet neocon”,donde recuperan la garra que tenían las antiguas letras del grupo.


En una banda más grande, si cabe, se han convertido los Stones tras la publicación de este disco. Es la prueba irrefutable de su fuente inagotable de inspiración. Un trabajo que si hubiera sacado cualquier grupo novel, no nos cansaríamos de alabarles, pero que, al tratarse de los Rolling, sólo podemos afirmar con cara de circunstancias: esta vez no nos los perdemos en directo.