Tras la publicación de su disco debut y arrasar en medio mundo, The Darkness regresan con un segundo trabajo que promete no pasar inadvertido. Si ya con “Permission to land" fueron acusados de banda más cercana a la parodia que a la música, con “One way ticket to hell...and back” Justin Hawkins y compañía han dado una vuelta de tuerca más y nos presentan importantes cambios.
Para empezar, estos dos años de silencio musical han enseñado a The Darkness que no todo son ventas millonarias. La cara menos agradable del éxito, que se concreta con su primer cambio de formación, ha forzado el reemplazo del bajista Frankie Poullain por Richie Edwards.
Pero también hay importantes novedades en lo estrictamente musical. La elección de Roy Thomas Baker, productor del mítico “A night at the opera”, ha resultado definitiva para tomar como principal referencia a Queen, por encima de influencias como Ac/Dc o Thin Lizzy.
Así, encontramos un álbum más variado que en el precedente, donde hay temas hard-rockeros como “Bald” o baladas como “Seemed like a good idea at the time”, pero también temas más poppies o, incluso, con arreglos disco como en “Girlfriend”.
Obviamente, esta profusión de estilos responde a una estrategia de introducirse en el mercado americano, pero ha convertido a The Darkness en una banda con un gusto más refinado, sin recurrir tan a menudo a los excéntricos falsetes de los que hacía gala su cantante, mezclando diferentes estilos y, lo más importante, de una manera brillante.
Con “One way ticket to hell...and back” se muestran valientes al no repetir la fórmula que les dio a conocer con su anterior disco. Es cierto que deberían presentar un sonido menos influenciado por Queen, pues temas como “Knockers”o “English country garden” recuerdan demasiado a los de Mercury, pero con esta entrega demuestran que son una referencia en el rock actual. Así de simple.