Hacía ocho meses desde la última vez que habíamos visto a los reyes del gótico en su gira del Symbol of Life, aquella ocasión en tierras portuguesas. La Sala Gamma no era el Hard Club de Oporto pero el ambiente en la sala murciana, su relajada intimidad y el buen rollo que se respiraba entre los asistentes auguraban un buen concierto.
Empezaron a las 11 calentando el ambiente los suecos Death Stars, que presentaban su álbum de debut envueltos en una oscura estética glam y completamente maquillados (el bajista parecía el mismísimo Marilyn Manson), cosa que nos impactó y extrañó en un principio ya que teloneaban a Paradise Lost, aunque todo este escepticismo desapareciera inmediatamente al descargar los primeros guitarrazos y empezar a cantar. Durante casi tres cuartos de hora nos transportaron a los ochenta, al más puro gótico de mano de un cantante que revivía la olvidada y sepulcral voz del alma de los Sisters of Mercy (o más tarde los desaparecidos Meridian) y una banda que seguía con su imparable candencia rítmica toda la leyenda de este género incorporándole una brutalidad sonora inpensable en su momento. Una grata sorpresa, sin duda.
Aunque nada comparado con lo que aún nos quedaba por ver. Los británicos salieron a escena con renovadas ganas (nunca habíamos visto de tan buen humor a Nick Holmes, que dejó un poco de lado su ¿fingida? sobriedad escénica para bromear durante todo el concierto con el título de las canciones que iban interpretando). La contundencia casi industrial de algunos de los cortes de su último trabajo (Isolate, Erased), se alternó con el lirismo arrollador de otros como Pray Nightfall, No Celebration, Mistify (soberbia) o Symbol of Life. La sincronización entre los diferentes músicos de la banda y su potencia en directo al sumarse en conjunto era abrumadora. Tanto Greg Mackintosh a la guitarra solista como Aaron Aedy a la rítmica y Stephen Edmonson (bajo) junto a Lee Morris (batería y coros) a la imparable sección rítmica destilaban pasión por todos sus poros, hecho que no hizo más que animar el fuego del público que ya tenían a sus pies.
Del Draconian Times (primo hermano de esta última entrega) cayeron Hallowed Land (imprescindible) y Shadowkings (sustituyendo lamentablemente, y no porque no nos guste, a la imbatible Enchantment); y como novedades en su set list pudimos disfrutar de Behind The Grey (que se unió al So Much Is Lost del Host) y Widow (además de True Belief), del Icon. Del One Second nos deleitaron con Say Just Words, Mercy (continúa pareciéndome uno de sus más grandes aciertos en directo, y Nick Holmes ya hace tiempo que dejó atrás sus problemas vocales) y One Second, con la que acabaron el concierto.
Un directo impecable para una banda que sabe dejarse la piel en el escenario (sólo hacía falta observar a Aaron Aedy, que no paró de moverse y saltar durante toda la actuación, empapado en sudor al finalizar el concierto).
Una batalla más ganada para esta banda que nunca ha tenido miedo a nada y que gracias a ello siguen a la cabeza de toda una generación que no ha conseguido seguirles los pasos. Toda una gozada.